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PSICOLOGIA - El dinamismo estructural
JUICIOS DE FORMA Y JUICIOS DE VALOR
Tanto si se siguen los principios del pensamiento lógico como si se aceptan los primitivos del
pensamiento mágico es factible restablecer relaciones de sentido entre los datos de conciencia.
Tales relaciones o conexiones se aseguran por el uso del llamado verbo o cópula, que marca la
calidad asignada a las mismas, es decir, la esencia definidora del vínculo que liga al primer
término (llamado sujeto) y al segundo (llamado atributo). Así, cuando decimos José lleva
sombrero afirmamos la existencia de una determinada relación entre los términos "José" y
"sombrero", esa formulación significativa se denomina juicio y constituye la base de nuestro
pensamiento racional.
Ahora bien: hay dos clases de juicios. En unos se formulan relaciones de tipo físico,
mensurable, objetivo; en otros se formulan relaciones de tipo psíquico, inconmensurable,
subjetivo. Los primeros se llaman juicios de "forma" y son puramente asertivos. Los segundos
se llaman juicios de "valor" y son "estimativos". El juicio de "forma" afirma o niega la
existencia de algo, en tanto el juicio de "valor" califica la importancia que a ese algo
concedemos, bajo diversos puntos de vista estimativos. El primero, generalmente, puede
llegar a ser aceptado por todos los interlocutores de cualquier grupo humano civilizado, pues
se apoya en datos comprobables y en deducciones lógicas irrebatibles. El segundo, en cambio,
puede ser controvertido, discutido y hasta negado por dos personas de igual inteligencia,
conocimientos y buena fe, ya que en gran parte se dicta por datos intuitivos y se basa en
apreciaciones teñidas por la afectividad: decidir si algo es bueno o malo, útil o inútil, caro o
barato, sano o morboso, justo o injusto, etc., es un acto que cada cual hace de por sí, de
acuerdo a "su" punto de vista circunstancial; en tanto, afirmar que algo está aquí o allá, es
blanco o negro, estrecho o ancho, etc., se realiza tomando por base escalas (de longitud, color,
etc.) que por "convención" son universales y, por tanto, unánimemente aceptadas.
Mas ocurre que la conducta que adoptamos frente a la vida no deriva apenas de nuestros
juicios de "forma" y sí de nuestros juicios de "valor"; de aquí la infinita variedad de
comportamientos que es posible observar en cualquier grupo humano, aun ante situaciones
relativamente simples. De aquí la necesidad de que la Psicología dedique especial atención al
estudio de la "axiología", es decir, la llamada teoría de los valores, pero enfocándola desde un
criterio puramente experimental, dinámico evolutivo, empírico y estadístico, en vez de
adoptar una actitud filosofante y apriorística. De aquí, también, la imposibilidad de erigir en
factor decisivo de la vida a la Razón Pura (como tan brillantemente demostró ya Kant) y la
necesidad de tomar, cada vez, más en cuenta los elementos "irracionales" de la vida personal
(o, por mejor decir, los elementos "ilógicos" de la vida racional).