PRIMEROS AUXILIOS - Quemaduras
COMO SE CLASIFICAN LAS QUEMADURAS
Las lesiones cutáneas de las quemaduras suelen clasificarse por grados. La quemadura de
primer grado es la que sólo ocasiona rubefacción dolorosa, es la más superficial y afecta sólo a
la epidermis. La de segundo grado es aquella que comprende la formación de flictenas. La de
tercero, ocasiona la mortificación total de la piel, lo que se denomina necrosis, es decir, que la
piel muere, formándose una costra negruzca por coagulación de las albúminas de los tejidos
alcanzados por el calor o por los cáusticos. Los médicos clásicos añadían aun un cuarto grado
cuando se carbonizaban los tejidos aponeuróticos y musculares y un quinto, cuando esta
mortificación llegaba al hueso. Esta división es convencional, pero en general responde a la
práctica. La lesión de primer grado corresponde a una quemadura que, como hemos dicho,
sólo toma la epidermis, la de segundo grado incluye la segunda capa cutánea o dermis, la de
tercer grado es la mortificación absoluta y total de la piel. La dificultad radica en que es difícil
establecer en el momento del accidente qué profundidad real alcanza la lesión. Esto es
particularmente cierto cuando se trata de quemaduras químicas en las cuales, si no se
neutraliza inmediatamente la sustancia, el agente agresor sigue actuando.
Las quemaduras ocasionadas por el sol suelen ser extensas, pero no sobrepasan, por lo general,
el segundo grado, que como hemos dicho está caracterizado por la presencia de vesículas
llenas de líquido. En algunos puntos particularmente sensibles pueden llegar a producirse
cicatrices por este tipo de quemaduras, sobre todo en personas imprudentes que han
descuidado la limpieza y atención de sus quemaduras. Todo el mundo conoce esta
imprudente exposición a los rayos del sol, particularmente en las personas de piel muy blanca,
que se acompaña con un verdadero cuadro de intoxicación, con fiebre, malestar gástrico,
cefaleas, e intenso ardor o prurito de las zonas quemadas.
Desde luego diremos que la gravedad de una quemadura es verdaderamente proporcional a
su extensión. Así estas simples exposiciones de inexpertos al sol, pueden producir cuadros
serios, necesitándose una terapéutica activa, que consistirá en dar abundantes líquidos al
paciente, analgésicos para calmar el ardor y cubrir las superficies enrojecidas con una
sustancia grasa o aceite esterilizado.
En las quemaduras de segundo grado con grandes vesículas de líquido claro, algo gelatinoso,
que son el fruto de la exudación del dermis, se produce a veces la rotura por aumento de la
tensión a que está colocada la epidermis que las aguanta. Esto puede ser fuente de infecciones
del dermis, que se deja ver por estas grietas como una superficie roja. La infección se
demuestra porque la flictena se hace opaca y contiene gran cantidad de pus, que, como se sabe,
está formado por glóbulos blancos acumulados y mortificados por la acción de los microbios.
Tiene que ser muy intensa una quemadura para que inmediatamente se produzca la
coagulación y a veces desde el primer momento la escara, es decir, la mortificación del tejido
blando. Suele verse sobre todo en las quemaduras por electricidad.
La escara es al principio amarilla o blanca, más tarde se hace negruzca y por debajo de ella
comenzará el proceso de reparación por medio de un tejido llamado de granulación, por tener
una apariencia áspera y corresponder cada una de sus saliencias a un conjunto de pequeños
vasitos que son los que se encargan de reparar, por medio de una cicatriz, esta pérdida de la
barrera protectora del medio interno que constituye la piel.
Si la quemadura es muy extensa ocasiona un estado de shock franco. Existe además una
pérdida de los líquidos de la sangre, pudiendo llegar esta pérdida hasta ocasionar la muerte.
Toda quemadura de segundo grado o mayor, que comprenda un tercio o más de la superficie
cutánea, es de pronóstico grave, y de dos tercios, prácticamente mortal, incluso con los
recursos de la medicación antishock con que actualmente contamos. Y aun sobrepasado este
primer período, el quemado en gran superficie tendrá ante sí otras etapas del proceso de la
liberación tóxica de sus tejidos mortificados. Existirán lesiones pulmonares, renales, gastro-
intestinales, las que suelen presentarse entre el cuarto o el sexto día.
La infección sobreagregada es otro problema que se presenta como una complicación más en
el tratamiento de estos accidentados, haciéndolos sumamente difíciles de tratar, hasta por las
manos más expertas.
La segunda guerra mundial ha actualizado la cuestión de cómo tratar estas lesiones. La
revisión de los procedimientos ha desaconsejado prácticamente todas las sustancias
empleadas hasta hoy y a las cuales se daba como capaces de favorecer la cicatrización. Sabido
es que esta guerra se ha caracterizado por la cantidad de armas y métodos que implicaban
deflagración, incendios, o aun contacto directo con sustancias de autocombustión como el
fósforo blanco. La experiencia concluía que el mejor tratamiento de una quemadura extensa, es
tratar el shock, pues éste mata al individuo en corto plazo. A esto debe agregarse la limpieza
aséptica integral de sus quemaduras realizada en forma semejante a la que se usa en un acto
quirúrgico, lo que presupone la actuación en un ambiente de tal naturaleza y con materiales
igualmente esterilizados. Esta protección de la piel de todos los contactos exteriores que
podrán llevar a la infección secundaria, debe ser absolutamente minuciosa e ir acompañada de
la aplicación de las sulfadrogas y de la penicilina. Apenas estén limpios los tejidos y si la
quemadura es de tercer grado, en la que, por tanto, no habrá reparaciones espontáneas de la
piel, el cirujano practicará injertos de piel o plásticas de las partes vecinas a la zona quemada.
Si éste es el plan, ¿qué puede hacer quien realice los primeros auxilios, no tratándose ya de
una pequeña quemadura? Volvemos a encontrar aquí la tendencia actual de hacer de la
primera cura un acto sencillo, destinado ante todo a proteger al enfermo de los contactos
exteriores y que no dificulte o vicie la verdadera cura, que será realizada por el experto, que
dará la solución definitiva al problema.
Digamos ante todo que en caso de una quemadura grande o de segundo o tercer grado en una
extensión de importancia, por ejemplo, la superficie de un miembro, en la cara anterior del
tronco, una pierna, un muslo y con mayor razón si es en el tronco o incluye las regiones
pudendas o los órganos de los sentidos, no se trata de un enfermo que pertenezca a la simple
enfermería y debe inmediatamente cederse toda responsabilidad a los médicos especialistas.
La acción del que auxilia debe ser a lo sumo limpiar la superficie quemada con suero
fisiológico o bencina. Cubrir secundariamente toda la zona con gasa y un apósito de algodón
hidrófilo, en forma tal que la curación sobrepase ampliamente toda la superficie lesionada,
para que así se evite el contacto con el exterior, que es el que puede ocasionar la infección de la
zona, que si mantenemos aislada debemos considerar prácticamente estéril. Para realizar esta
curación habrá muchas veces que cortar la ropa o los restos que hayan quedado de ella encima
de la zona quemada. Como cuidados secundarios agregaremos que el enfermo debe
permanecer abrigado hasta su llegada al hospital, dándosele líquidos en abundancia y con
preferencia té o café. Si hubiera muchos dolores se hará una inyección de morfina (1
centigramo), inyectándosela subcutánea en piel sana. El médico seguirá la cura dentro del plan
que hemos esbozado anteriormente.
En las pequeñas quemaduras lo mejor es proceder a la desinfección de la superficie por medio
de un antiséptico suave, mertiolato, bencina o mejor aun, practicar el simple enjabonado y
lavado de la región y luego cubrir la superficie con un aceite o vaselina estéril, de los que hay
muchos en el comercio. En los productos de droguería destinados al tratamiento de las
quemaduras, estos aceites suelen asociarse con sulfadrogas para tratar de prevenir la infección.
No es necesario, pero pueden utilizarse con preferencia de frascos recién abiertos, para
garantía de que la propiedad aséptica de la medicina esté conservada, ya que los aceites o
vaselinas de las cajas de primeros auxilios no suelen conservarse fácilmente libres de
gérmenes. Al hacer la curación se extienden sobre la superficie quemada en capa gruesa,
teniendo estos aceites la cualidad de disminuir el ardor y el dolor y con ello aliviarse el
paciente. Un amplio vendaje algodonado habrá terminado la cura, debiendo espaciarse lo más
posible la renovación de ésta para evitar así que la herida en proceso de cicatrización sea
irritada, al arrancar junto con la gasa pequeños fragmentos de piel nueva o regenerada
parcialmente. Como término medio, bastará curar, si no hay mayor secreción o infección, cada
4 ó 5. días. En las quemaduras de segundo grado ¿se deben abrir las ampollas? En muchos
libros se encuentran fórmulas para tratar las quemaduras; unos recomiendan abrirlas, otros
aconsejan dejarlas. La integridad de la ampolla, es decir, la conservación de la serosidad
exudada por la dermis, garantiza contra la infección, pero retarda la cicatrización. Esta
apertura de las ampollas debe hacerse con instrumentos estériles y por tanto, es mejor que sea
el médico quien actúe.
Otros procedimientos para tratar las quemaduras tenían hasta hace poco tiempo aceptación
entre los médicos. Entre ellos el ácido tánico, la ambrina, que es una parafina soluble a baja
temperatura, el nitrato de plata y las soluciones de ácido pícrico. O la asociación entre sí de
estas sustancias, a las que también solían agregarse sulfadrogas. No creemos que estos
procedimientos deban formar parte del arsenal de urgencia, pues han demostrado ser
incapaces para acelerar el proceso de curación y aun presentan ulteriores inconvenientes en la
prosecución del plan anteriormente enunciado, el cual constituye el tratamiento standard de
las grandes quemaduras, que son las que realmente dan la prueba de la bondad de un método.
Las quemaduras sencillas de primero y segundo grado, se curan por sí solas, siempre que se
cuide la conservación de la asepsia, esto es, que la superficie no se infecte.
No terminaremos este apartado sin referir cómo se procederá a apagar la ropa incendiada de
una persona. Es frecuente que esto ocasione quemaduras al que auxilia. Lo mejor es envolver a
la persona quemada rápidamente en una manta o lienzo, con lo que se apaga la combustión.
Voltear al quemado haciéndolo rodar o induciéndolo a practicarlo con voz autoritaria. Si se
vierte agua, tanto mejor. Pero el verdadero auxilio consiste en sofocar las llamas por medio de
las frazadas y evitar que el dolor y el pánico induzcan a correr al incendiado, con lo que se
avivará la combustión.