PREHISTORIA - El Período Paleolítico
MOTIVOS ARTISTICOS DEL PALEOLITICO
Este arte prehistórico no se encuentra exento de amaneramientos y de "recetas". Hay una
manera, casi diríamos de escuela, de representar al bisonte, al ciervo, y a los demás seres. En
algunos casos la ejecución llega hasta la pura excelencia. El bisonte acometiendo, pintado en el
techo de la caverna de Alta-mira, o los finísimos ciervos de Calapatá, con su oposición
cromática exaltadora de la pureza de su línea, son muestras patentes de aquella extraordinaria
calidad. Debe hacerse notar, además, que el arte mobiliar (es decir, el figurado sobre utensilios,
armas o instrumentos) y el realmente rupestre (de las paredes de la caverna) son obra de las
mismas manos, como lo evidencia, justamente, esa unidad de escuela, de que antes hablamos.
Obligado el hombre primitivo a permanecer en el interior de sus refugios cavernarios por la
acción de las nieves, las lluvias y el frío, entretuvo sus largas esperas trabajando, con grande
paciencia y vívido recuerdo, tanto las paredes rocosas de sus moradas como los utensilios de su
diaria labor. Así nacieron esas decoraciones primorosas, que tan pronto golpean nuestra
atención desde el fondo de un oscuro rincón rocoso como nos maravillan en un asta o un hueso
decorados.
Aparte de su valor propio, desde el punto de vista artístico, esas figuraciones del hombre
paleolítico tienen un gran valor documental. Gracias a ellas tenemos la representación de todos
los animales con los que convivió el hombre de estos períodos, o al menos de aquellos que
ocuparon un lugar principal en su vida de relación. Al lado de los grandes mamíferos, hoy
extinguidos, los animales que constituyeron su presa predilecta, y, junto a los nombrados, otros
que, en un porvenir muy cercano el hombre adscribirá a su dominio en calidad de animales
domésticos: el caballo y el perro. Respecto del primero baste recordar, para el arte mural, la
figuración de uno de ellos en el "camarín" de la caverna de la Peña de Cándamo, y, en el arte
mobiliar, la hermosísima representación de caballos relinchando, encontrada en Mas d'Azil.
Sobre los segundos se ha discutido si ya no habían entrado en los tiempos paleolíticos en la
esfera de la domesticidad. El marqués de Cerralbo así lo suponía, pero su opinión era
puramente intuitiva y ha sido desechada por la mayoría de los autores.
Un capítulo especial, dentro del arte prehistórico, correspondería a la representación de la
figura humana. Algunas alusiones hemos hecho ya a este tema en el transcurso de lo expuesto.
Las representaciones más interesantes no parecen ser tanto las correspondientes a los hombres
cuanto las que se refieren a las mujeres. Ellas están figuradas en una pequeña serie de estatuillas,
a las cuales los prehistoriadores han denominado, a veces con cierta ironía, las "Venus".
Curiosas características pueden notarse en algunas de las más célebres. La de Bassempouy
(Francia) muestra interesantes detalles del peinado; la de Villendorf (Austria) revela que el ideal
de belleza femenina predominante debió ser muy parecido al que predomina actualmente entre
los hotentotes: las de Lespuge y Mentone (Francia) muestran un juego de masas y volúmenes
que las aproxima, curiosamente, a las atrevidas concepciones de la escultura contemporánea. De
esta suerte, los procedimientos artísticos se aproximan a través del tiempo.
El arte prehistórico tiene un final aun más abrupto que su comienzo. Después del esplendor del
período magdalenense se pasa, sin transiciones, a las manifestaciones puramente
geometrizantes del aziliense, de las que ya hemos hablado al caracterizar a aquel período. Esta
honda diferencia, en cuanto al arte, muestra las profundas separaciones culturales que aíslan
entre sí a ambos períodos. Ello plantea una serie de problemas que, al menos por el momento,
quedan sin solución.
LAS VENUS DE LA PREHISTORIA. Existen una serie de estatuillas femeninas que son
preciosos documentos del ideal femenino en tan lejanos tiempos. La que aquí vemos, de frente y
de perfil procede de Mentone y fue originariamente publicada por S. Reinach. Su técnica
expresiva la aproxima a ciertas manifestaciones de nuestra estatuaria contemporánea.