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PEDAGOGÍA - Los límites de la educación
ACTITUD ANTE LO DESCONOCIDO
La palabra crisis significa presión. Estamos oprimidos por los ideales de un mundo viejo y caduco
y por la angustia de algo que va a venir, que espera en acecho y que no sabemos qué es.
Esta actitud humana no es nueva. Ha aparecido muchas veces en la historia del mundo. Con esta
diferencia: entonces el hombre, más ingenuo, menos preparado, con más escasos elementos de
juicio, veía, fabricaba o inventaba una solución clara, precisa, que estaba al alcance de su mano.
Era siempre una solución de tipo optimista en aquel instante de la historia se vivía mal, cierto,
pero el futuro estaba próximo y pronto iba a nacer el nuevo día, trayendo la solución de todos los
problemas. Así, el Renacimiento cree que la vuelta a la antigua cultura griega y romana daría
acceso a las puras fuentes de la fe; y la Revolución francesa piensa con Rousseau, que basta que el
hombre vuelva a su naturaleza primitiva para que la humanidad alcance el bienestar apetecido.
Siempre se trata de la vuelta al paraíso perdido. En un volver, un girar, de ahí la idea de
revolución, que no es más que una vuelta al punto de partida. Es la vuelta de la rueda, de la rueda
de la fortuna: hoy la suerte no nos es favorable, pero lo será mañana.
El mundo no es hoy tan ingenuo. Nadie cree en la revolución, es decir, en los beneficios evidentes
que va a traer la revolución. Asistimos a ella, estamos pasando por ella: no tenemos fe en ella. Tal
vez porque sabemos que no se puede volver. Volver no se vuelve nunca: "No nos bañamos dos
veces en las mismas aguas de un río". Tenemos la convicción de que el proceso social es
irreversible. No podemos volver atrás. No podemos y no queremos. Pero no es menos cierto que
no podemos pasar por encima de esta crisis negándola, dando un salto en el vacío y viviendo
como si no existiese: imposible. Tenemos que sumergirnos valientemente en ella. Traspasarla con
nuestra vida y dejarnos traspasar por su dolor. No se trata de conllevarla, sino de llevarla en peso,
a pulso, sin que falle la mente ni vacile el corazón.