MUSICA - Evolución de la música
EL NACIONALISMO MUSICAL
Otra manifestación importantísima del período
de la música moderna es la aparición del
nacionalismo musical. El campo, casi
inexplorado hasta entonces, de la música popular o
folklórica, pareció ofrecer grandes posibilidades a la continuación del desarrollo musical. Los
compositores de los pueblos que presentaban características étnicas más acusadas y unas
canciones populares más típicas y con más índices de novedad y de exotismo fundaron sus
correspondientes escuelas nacionales, alentados y aplaudidos por todos los críticos y los
públicos más responsables. Los primeros en iniciar ese movimiento nacionalista fueron los
rusos. Del grupo de los cinco, que fundaron la escuela nacional de la música rusa, el de mayor
genio fue Mussorgsky, manifestado principalmente en su ópera "Boris Godunof"; el más
conocido y de mayor éxito, Rimsky-Korsakof, con su música pintoresca, de colorida
orquestación, pero de sentido un poco superficial.
En España, Felipe Pedrell predicó la creación de la escuela española, basada, a imitación de la
rusa, en el folklore, tan extraordinariamente rico, de los diversos pueblos de Iberia. Pero
Pedrell tenía una concepción mucho más elevada del nacionalismo musical. El proclamaba la
reanudación o el renacimiento del antiguo esplendor musical de la época de los grandes
polifonistas españoles del seiscientos, interrumpido por la decadencia política del Estado
español, y de acuerdo con aquel espíritu racial, continuar la creación de obras de alta jerarquía
artística. Así lo hicieron los alemanes: para librarse del dominio omnipotente que ejercía la
música italiana en el teatro, preconizaron el cultivo del estilo germánico. Weber y Wagner lo
realizaron. Pedrell admiraba profundamente la obra de Wagner y la presentaba como modelo
y como ideal que seguir para el resurgimiento musical de España. El no tuvo, sin embargo, el
genio suficiente para llevar a cabo tan justa como ambiciosa aspiración. Tampoco lo lograron
sus discípulos. Albéniz y Granados, primero (verdaderos fundadores de la llamada escuela
española, que goza hoy de tan extendido prestigio) , y Turina y Falla, luego, han creado obras
llenas de vivo interés, muy originales y características, pero basadas siempre en el elemento
típico folklórico, y limitadas, por lo tanto, al género más o menos pintoresco y localista.
Manuel de Falla, el más delicado y fino, dentro de su producción reducida, pero concentrada,
ha ido evolucionando hacia la música más universalista. Los mismos temas de sus últimas
obras lo proclaman: "Concerto", y el poema póstumo "L'Atlántida". No todos los compositores
españoles modernos han seguido el camino nacionalista: yo, por ejemplo, he trabajado dentro
del estilo universal en mi labor sinfónica y en mis obras de teatro.
La música moderna ofrece, aun hoy día, la misma divagación, la misma diversidad de estilos,
desde el género maquinista, ya pasado de moda ("Pacific". de Honneger, "Fundición de acero",
de Mossolow), a la imitación deformada de los clásicos, y al neorromanticismo ("Lucas, el
pintor", de Hindemit, las largas sinfonías de Shostacovich). No se ve una orientación firme y
dominante que señale un nuevo y fecundo camino para la música de hoy y de mañana.