HISTORIA DE LA CIENCIA - El siglo XX
EL MUNDO DE LOS SERES VIVOS
REDESCUBRIMIENTO DE LAS LEYES MENDELIANAS
El año de 1900, que vio aparecer en la ciencia de lo inorgánico el gran descubrimiento de
Planck (el carácter discontinuo de los cambios energéticos), asistió a la introducción de una
noción similar en lo orgánico: la discontinuidad del patrimonio hereditario. Los quantos de
Planck y los factores de Mendel, dos conquistas tan distintas y tan afines, orientan hasta los
umbrales del siglo las investigaciones en una nueva dirección y marcan en sus dominios
respectivos Física y Biología una fundamental revolución de las ideas.
"Las leyes que gobiernan la herencia son en su mayor parte desconocidas. Nadie puede decir
por qué la misma particularidad, en individuos diferentes de la misma especie, o en especies
diferentes, unas veces se hereda y otras no; por qué el hijo a menudo retrocede a tomar ciertas
características de su abuelo, de su abuela o de algún otro antecesor más remoto..." Darwin
escribió estas líneas en 1872. Por una extraña ironía del destino, ya estaban estas cuestiones,
desde hacía seis años, contestadas por GREGOR MENDEL (1822-1884), monje agustino y
profesor de liceo en una pequeña ciudad de Austria. Desconocido en los medios científicos,
publicó el resultado de sus experiencias en el anuario de una pequeña sociedad de provincia;
pero aquel escrito, que revelaba una de las leyes cardinales de la naturaleza, pasó
completamente inadvertido.
En el jardín de su monasterio, Mendel procuró cruzar diferentes variedades de guisantes y
observó durante ocho años los híbridos a fin de descubrir la ley que regía en las generaciones
sucesivas la aparición de características contrastantes. Solo, sin ninguna ayuda, Mendel realizó
innumerables fecundaciones artificiales, cultivó y examinó más de 10.000 plantas. Habiendo
elegido los guisantes como materia para sus experimentos, Mendel redujo el problema a sus
términos más simples, escogiendo para su estudio un par de caracteres bien diferenciados. He
aquí un ejemplo de esos experimentos que ilustra, al mismo tiempo, lo esencial de las leyes
mendelianas: cruzó dos variedades de guisantes, una, caracterizada por su gran tamaño, y la
otra, por el pequeño tamaño; los híbridos resultantes son todos de gran tamaño porque el
carácter gigante domina al carácter enano. En cambio, si se cruzan entre ellos estos híbridos, se
obtiene una generación donde aparecen a la vez pequeños y grandes guisantes en una
proporción determinada: 75 % gigantes, 25 % enanos. ¿Cómo explicar este extraño resultado?
¿Por qué el carácter "pequeño", saltado en la segunda generación, reaparece en la tercera? En
las células reproductoras del guisante, pensó Mendel, debe de haber alguna cosa, un factor,
que convierta a un guisante en pequeño y a otro en grande. Admitamos, se dijo, que estos
factores transmisibles por herencia se combinen, librados al juego ciego del azar, en la reunión
del elemento macho y hembra. Si esta hipótesis está en lo cierto, el carácter gigante (que
denominamos con G) y el carácter enano (que abreviaremos con la letra N) deben de estar
distribuidos en la descendencia según las reglas del cálculo de probabilidad. En efecto, en el
cruzamiento de dos híbridos entre sí el cálculo permite cuatro combinaciones: GN, NG, GG,
NN; puesto que G domina a N, las tres primeras combinaciones darán guisantes gigantes, sólo
la cuarta producirá guisantes enanos; es decir, 75 % de gigantes y 25 % de enanos. Por una
perspicaz interpretación de sus experiencias, Mendel llegó también a enunciar dos leyes: el
patrimonio hereditario está constituido por factores separables (ley de la segregación); cada
uno de los factores tiene bajo su dependencia un carácter determinado (ley del predominio).
Esto era algo enteramente nuevo, dos descubrimientos cardinales a la vez: la divisibilidad del
patrimonio hereditario y la aplicación de las leyes de la probabilidad al análisis de los
fenómenos de la herencia. Estos dejaron de ser parte de una nebulosa teoría filosófica para
convertirse en una doctrina experimental, capaz de las previsiones del cálculo. Guiado por su
intuición, de la cual no se puede dejar de admirar la seguridad, Mendel reconoció la
generalidad de sus leyes, valederas en el reino animal y vegetal. Pero las 40 páginas de su
memoria (1866), cuya importancia histórica no es inferior a la del libro de Darwin, quedaron
sepultadas en un ignorado boletín. Por último, en 1900 las leyes mendelianas fueron vueltas a
encontrar, y simultáneamente, en Holanda por DE VRIES, en Alemania por CORRENS, en
Austria por TSCHERMAR; los tres ignoraban los trabajos del eminente precursor y quedaron
estupefactos, después de haber terminado sus experiencias, al enterarse de que las
conclusiones a que acababan de llegar habían sido obtenidas 34 años antes por un monje en un
monasterio de Moravia.