HISTORIA DE LA CIENCIA - El siglo XIX
EFECTOS MAGNETICOS DE LA CORRIENTE: OERSTED, ARAGO Y AMPERE
Mucho antes del descubrimiento de Volta los físicos se preguntaban si los fenómenos
eléctricos y magnéticos eran esencialmente distintos. La estrecha conexión de ambas categorías
de fenómenos fue revelada en 1820 por el físico danés HANS CHRISTIAN OERSTED (1777-
1851),
quien después de una larga serie de muchos ensayos logró poner en evidencia la
desviación de la aguja magnética bajo la acción de la corriente eléctrica. En la interpretación
teórica de su des
cubrimiento Oersted llega a la trascendental conclusión de que el efecto
magnético no puede estar confinado en el alambre conductor, sino que tiene su asiento en el
espacio circundante. Esto es, desde los tiempos de Gilbert, el primer indicio intuitivo de la
existencia del campo magnético.
Los experimentos de Oersted despertaron gran interés entre los investigadores y condujeron
casi inmediatamente a importantes hallazgos. FRANCOIS ARAGO (1786-1853) comprueba
que las corrientes no sólo desvían la aguja magnética, sino que imantan también el acero; el
efecto se acentúa si se repliega el alambre conductor en espiral y se introduce una varilla de
hierro siguiendo el eje de la hélice: el principio del electroimán acababa de ser descubierto. Al
mismo tiempo, ANDRE MARIE AMPERE (1775-1836), llevado por la idea de que las
corrientes eléctricas se atraen o rechazan como hacen las cargas electrostáticas, demuestra que
dos corrientes paralelas y del mismo sentido se atraen, mientras que las de sentido contrario se
repelen;
reconoce que la acción mutua de dos corrientes lineales no paralelas tiende a
disminuir el ángulo que forman, y observa los fenómenos de rotación que se producen en
circuitos eléctricos. Con las leyes de Ampére queda fundada una nueva ciencia: la
Electrodinámica.
Según Ampére, una corriente eléctrica es asimilable a un imán; por consiguiente, podría
reemplazarlo. Experimentalmente demuestra la certeza de su idea con un solenoide, o sea, una
bobina recorrida por una corriente, y comprueba que ésta se comporta como un imán. Su éxito
lo lleva a formular la hipótesis de que el magnetismo es el resultado de minúsculas corrientes
que circulan en torno de las moléculas. Ampére reduce el estado magnético, en todas sus
manifestaciones, a corrientes moleculares, liberando de esta suerte a la Física de la hipótesis de
los fluidos magnéticos, en boga desde mediados del siglo XVIII. Las consecuencias prácticas
de la obra de Ampére son tan considerables como su valor teórico: reconoció en el
experimento de Oersted el medio para medir la intensidad de la corriente (galvanómetro) y
fue el primero en sugerir el señalamiento a distancia por medio de corrientes. Desde los
trabajos de Ampére, la invención del telégrafo eléctrico no implicó ningún nuevo principio y
pudo construirse, tras algunas tentativas de investigadores alemanes, por el norteamericano
JOHN FINLAY MORSE, en 1837, algunos meses después del deceso de Ampére.