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HISTORIA DE AMERICA - La revolución de la América española
LA SEGUNDA INVASION INGLESA
Retirados los ingleses en sus navíos, comenzó la reacción vecinal contra el virrey, a quien se
tachaba de cobarde e inepto. El 14 de agosto de 1806 se llevó a cabo un "cabildo abierto", el
cual acordó que el virrey pasara a Montevideo, Liniers se hiciese cargo del mando militar
supremo en Buenos Aires y la audiencia y el cabildo fiscalizaran lo referente al gobierno civil
del virreinato. Era un paso verdaderamente revolucionario.
Entre tanto, Liniers apercibía a la ciudad para la defensa. Organizó las milicias de la defensa,
sobre la base de las milicias de la guarnición y de los voluntarios de la Reconquista. Las tropas
se dividieron en dos grandes grupos, según la procedencia de sus componentes: por un lado
los cuerpos de origen español (cuerpos de gallegos, catalanes, andaluces, miñones y cántabros);
por el otro, los de patricios (con gente de Buenos Aires), arribeños (de las provincias del
interior), pardos y morenos (con gente de color), cazadores correntinos y húsares de
Pueyrredón. Todos los vecinos válidos de 16 a 50 años, concurrían a los "ejercicios
dominicales", para adiestrarse en el manejo de las armas y las operaciones de conjunto. El total
de estas tropas alcanzaba a 8.000 hombres, de los cuales 5.000 eran criollos.
La segunda invasión no se hizo esperar. Apenas habían terminado de ser paseados por la City
londinense los caudales violentamente arrancados a Buenos Aires, cuando llegó la noticia del
fracaso de la operación militar. Las tropas que habían sido preparadas para consolidar y
extender la invasión (ocupando a Chile), reforzadas por otras, fueron destinadas a repetir la
invasión, mejorándola. Así, en febrero de 1807, el general Whitelocke, al mando de una
formidable expedición de 12.000 hombres se presentó en el Plata, precedido oportunamente
por una avanzada, al mando de Backhouse, que a fines del año anterior ocupó Maldonado. Y
el propio Whitelocke inició sus operaciones haciendo lo mismo con Montevideo el 3 de febrero,
para evitar que ésta volviese a socorrer a la capital. El virrey Sobre-monte repitió, en esta
ocasión su actitud cobarde.