HISTORIA DE AMERICA - La revolución de la América española
LA PRIMERA REVOLUCION EN NUEVA GRANADA Y LOS PROYECTOS DEL CONDE DE
ARANDA
En ese mismo año 1781, en Nueva Granada se producía el alzamiento popular de la villa del
Socorro. El jefe del movimiento, un vecino apellidado Berbeo, tenía 20.000 hombres a sus
órdenes y avanzaba hacia la capital. Finalmente, el 7 de julio, con la intervención del arzobispo
de Bogotá, se firmó un acuerdo por el cual se rebajaban unos impuestos, se suprimían otros y
se expulsaba de su cargo al visitador Piñeres, malquisto con el pueblo. Pero el virrey, que
estaba en Cartagena, se negó a ratificar el acuerdo. El movimiento renació y fue ahogado en
sangre.
No todos los funcionarios españoles eran tan retrógrados ni tan autoritarios. Uno de los más
inteligentes era también uno de los más altos servidores de la Corona: el conde de Aranda. A
él se debe, bajo el reinado de Carlos III, un proyecto justamente famoso: el de crear en la
América hispánica sobre la base de las colonias ya existentes, tres monarquías filiales de la
española, que serían entregadas a príncipes de ese linaje. De esta manera se buscaba dar a esos
territorios la libertad que comenzaba a advertirse que anhelaban, no sólo no rompiendo los
lazos de unión con la madre patria, sino hasta reforzándolos adecuadamente. Esas tres
monarquías serían la de México (comprendiendo los territorios de la América Central hasta
entonces agrupados bajo la jurisdicción de la capitanía general de Guatemala), la de Costa-
Firme (con el virreinato de Nueva Granada y la capitanía general de Venezuela) y la del Perú
(agregándosele el virreinato del Río de la Plata y la capitanía general de Chile). El proyecto no
cuajó por múltiples motivos. El conde de Aranda insistió con una variante: ceder a los
Braganza el Perú para que, uniéndolo con el Brasil, se convirtieran en una fuerte potencia
americana, a cambio del Portugal, que se uniría a España dándole al rey de este último país el
dominio de toda la Península. Tampoco esto pasó de proyecto.
En 1794 se publicó clandestinamente en Bogotá el texto de la Declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano de los revolucionarios franceses. El traductor era Antonio Nariño,
quien fue tomado preso y remitido a España, con un proceso por sedición, junto con quince
compañeros. Nariño pudo fugarse de la cárcel de Cádiz, pero sus cómplices tuvieron que
sufrir la pena hasta 1799, en que se les puso en libertad. En cuanto a Nariño, volvió a Nueva
Granada, donde obtuvo su perdón en forma vergonzosa; mas fue en Venezuela donde la
insurrección pasó del campo ideológico al de las vías de hecho. Unos liberales metropolitanos,
prisioneros en el puerto de La Guaira, hallaron oídos favorables en oficiales de la guarnición y
vecinos importantes. Algunos se fugaron y comenzaron a preparar una sublevación. Esta fue
descubierta a mediados de 1797, siendo apresados sus instigadores. Los principales
conspiradores murieron en el cadalso. De los cabecillas, José María España sufrió igual suerte
al intentar su regreso, y Manuel Gual murió cuatro años después en Trinidad, donde se
hallaba refugiado, sospechándose que hubiese sido envenenado.