HISTORIA DE AMERICA - La Conquista
EL GOBIERNO DEL SEGUNDO ADELANTADO
Atrincherado tras la selva, Irala se sentía seguro, cuando inopinadamente recibió noticias de
que el rey había nombrado un segundo adelantado y que éste llegaba a la Asunción por un
camino inusitado. Había desembarcado en Santa Catalina, tomado conocimiento del
despueble de Buenos Aires, y enviado el grueso de su expedición en su escuadrilla, para que
llegase al Paraguay por los ríos interiores, se había lanzado, con reducidas tropas, a través de
la selva totalmente desconocida de esa parte del Brasil, para alcanzar la Asunción. Esta
enorme jornada y la maña que se dio para asegurarse el apoyo de los indios comarcanos,
muestran el temple y la habilidad del nuevo adelantado.
Irala puso al mal tiempo buena cara. Resignó el mando y se retiró a su encomienda, desde la
cual fue el cerebro de la oposición. El adelantado, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, cometió
errores semejantes a los de Núñez de Vela en el Perú: intentó reorganizar las encomiendas.
Ello hería al grupo de Irala en el bolsillo. Pronto se organizó una conjuración, aparentemente
organizada por los "oficiales reales" (contador y tesorero reales). Irala tenía, además, otro
motivo personal de resentimiento: Alvar Núñez había reeditado el propósito de Ayolas de
comunicarse con el Perú, que Irala se reservaba.
El 25 de abril de 1544, estando Alvar Núñez en la cama, fue sorprendido por los conjurados. Se
le puso grillos, se le encarceló, se labró el inevitable y grueso sumario, y se le envió con él a
España. Persecuciones semejantes se tomaron con sus principales partidarios. La población se
dividió en "leales" y "tumultuarios" y los primeros fueron vejados por los segundos. La causa
estuvo abierta por ocho años en España. Luego Alvar Núñez fue condenado y encerrado en un
presidio de Africa. Más tarde la causa fue reabierta, el preso absuelto y compensado con una
pensión vitalicia. Pero Irala se había sacado de encima aquel obstáculo y proseguía su dominio.
Poniendo en práctica lo dispuesto por una real cédula traída al Río de la Plata por el veedor
Cabrera, los "tumultuarios" eligieron nuevamente gobernador a Irala. Este dominó con fuerte
mano la turbulenta colonia. De la misma manera, guerreó victoriosamente contra los indios.
Finalmente, resolvió ir al Perú a pedir su confirmación. La Gasca (que había perdonado cosas
similares, en prenda de paz interior) no halló impedimento en legalizar la votación popular. A
su regreso, Irala se encontró con la situación cambiada en la Asunción: los "leales" en el poder
y los "tumultuarios" proscriptos. Pero no tardó en recobrar su dominio. Fundó nuevos centros
de población, dictó un cuerpo de ordenanzas de gobierno nutrido y útil, reglamentó las
encomiendas. El Consejo de Indias lo confirmó en su puesto y creó el obispado del Paraguay
en 1555. Dos años después, temido y respetado, murió Irala, el primer gobernante popular de
estas tierras.