HISTORIA CONTEMPORANEA Las viejas democracias
INGLATERRA
La inquietud social que desencadenó en Inglaterra la situación de la posguerra se canalizó
hacia el Partido Laborista, cuyo jefe, Ramsay Macdonald, ocupó el cargo de primer ministro en
1924. Un intenso movimiento pacifista predominaba por entonces en Gran Bretaña, y la
política inglesa se inclinó hacia la reducción de armamentos, la tolerancia con respecto a
Alemania y el apoyo a la obra de la Sociedad de Naciones.
Macdonald inició una política social de excelentes resultados; pero las circunstancias lo
hicieron abandonar progresivamente sus puntos de vista primitivos. Debió salir del gobierno,
y cuando volvió a él en 1929, sus relaciones con su partido comenzaron a tornarse tirantes,
debido a sus sucesivas transacciones dentro de la política interna. Planteada una grave
situación, Macdonald accedió a presidir un gobierno de tipo conservador en 1931, y entonces
fue expulsado del Partido Laborista.
A partir de entonces, los conservadores predominaron en Gran Bretaña, y los inspiradores de
su política fueron Baldwin y Chamberlain. Estrechamente vinculados a los más importantes
grupos financieros de Europa, los dirigentes conservadores se mostraron hostiles a Rusia, y
fueron llevados por esa hostilidad a pensar que el nazismo alemán constituía en alguna
medida un poderoso freno para la expansión del comunismo. Al plantear Hitler sus primeras
reivindicaciones, Baldwin sostuvo que era justo acceder a sus demandas, y su opinión se
encontró respaldada por la mayoría de los ingleses. El estado general de la opinión pública era
favorable al pacifismo y parecía huir de la perspectiva de una nueva guerra; de modo que fue
fácil derivar hacia una política que se llamó de "apaciguamiento" y que consistió en tolerar
hasta donde se pudiera las ambiciones de Hitler.
Ciertamente, no le faltaban graves problemas interiores a Gran Bretaña. La situación social,
caracterizada por un crecido número de desocupados, fue difícil durante varios años; Irlanda
desencadenó una terrible guerra civil encabezada por De Valera, a consecuencia de la cual
debió establecerse en 1922 un acuerdo mediante el cual se otorgó la autonomía al Eire, o
Estado Libre de Irlanda; y en los dominios y colonias, la situación se comenzó a complicar por
el desarrollo económico de las distintas regiones hasta obligar a Gran Bretaña a adoptar
medidas de carácter general.
En efecto, en 1932 se reunió en Ottawa (Canadá) una conferencia de representantes del
Commonwealth británico, de la cual surgió un nuevo acuerdo para las relaciones entre los
distintos territorios de la corona. Así se fueron resolviendo poco a poco las más difíciles
cuestiones que preocupaban al gobierno inglés, centrándose la opinión pública en el problema
internacional, cada vez más agudo.
A cada nueva irrupción de las ambiciones alemanas, los gobiernos conservadores hallaron
nuevas fórmulas para justificar el "apaciguamiento". Así ocurrió cuando la ocupación de
Renania, la anexión de Austria, la intervención de los países del Eje en la guerra española y,
finalmente, cuando aparecieron las pretensiones alemanas sobre Checoslovaquia. Entre tanto,
Inglaterra había contribuido a que la Sociedad de Naciones y los gobiernos aliados mejoraran
las condiciones de paz establecidas en Versalles, hasta llegar prácticamente a la cancelación de
la deuda alemana de guerra. Pero todo ello no debía impedir lo que precisamente se quería
evitar con esa política: el estallido de la nueva guerra mundial.