HISTORIA CONTEMPORANEA - Los movimientos sociales y las revoluciones de 1848
EN ITALIA
Todavía con los caracteres de las revoluciones liberales, estalló una insurrección en el reino de
las Dos Sicilias en enero de 1848. El movimiento se propagó rápidamente a otras regiones de
Italia, y alcanzó a los estados de la Iglesia, Toscana, y Piamonte. Los revolucionarios exigieron
la promulgación de constituciones y obtuvieron algunos triunfos que no pudieron ser
sofocados de momento por las potencias autocráticas, ahora en una situación distinta a la de
1830.
EN FRANCIA
Durante los catorce años que siguieron a la revolución parisiense de 1830, el rey Luis Felipe
gobernó con cierta tranquilidad, ayudado por ministros ilustrados y eficaces como los liberales
Perier, Thiers y Guizot. Mejoró en algo la situación interna, se desarrolló considerablemente el
comercio y la vida industrial y se hizo una obra notable en el campo de la educación popular.
Pero al gobierno le faltaba genio y no supo canalizar los ímpetus todavía no agotados del
pueblo francés, y estos ímpetus se canalizaron según diferentes tendencias; por una parte se
produjo un renacimiento del sentimiento bonapartista, exaltado por el poeta Víctor Hugo, y
por otra una polarización de las masas trabajadoras alrededor de los ideales socialistas.
Estas dos tendencias comenzaron a agitar las tranquilas aguas de la monarquía burguesa. La
Iglesia no dejaba de contribuir a la agitación, irritada por el laicismo del gobierno. Y mientras
Luis Felipe y su ministro Guizot querían capear el temporal dando a su gobierno un carácter
cada vez más conservador de acuerdo con la tendencia que manifestó la burguesía ante los
avances del naciente socialismo, la excitación general creció preparando los ánimos para
nuevas aventuras. "Francia se aburre", dijo en frase certera y expresiva el poeta Lamartine, uno
de los jefes de la oposición. Y para sacudir el marasmo general desembocó en una revolución.
Fiel a sus principios, Guizot había resistido la presión general en el sentido de que se
reformara el régimen electoral; pero el ambiente estaba tenso, y de una conmoción pasajera se
pasó rápidamente a un verdadero motín que estalló en febrero de 1848. Luis Felipe no era
hombre para soportar situaciones de violencia y se apresuró a abdicar, dejando el país a
merced de los revolucionarios, que muy pronto constituyeron un gobierno provisional y
proclamaron la república. Pero en seguida se advirtió que esta revolución difería de las
anteriores, y que los elementos socialistas desempeñaban en ella un papel importante. Los
conflictos surgieron muy pronto entre los grupos liberales y los socialistas, y en junio se
desencadenó una formidable insurrección popular que aplastó el general Cavignac con la
Guardia Nacional.
En medio de un ambiente convulsionado, y mientras sesionaba una asamblea de tendencia
fuertemente conservadora, se eligió presidente de la república mediante un plebiscito, que dio
el triunfo a Luis Napoleón Bonaparte, sobrino del emperador, a quien favoreció la aureola que
conservaba el nombre que llevaba. La burguesía, los campesinos y, en general, las clases
conservadoras, habían votado por la "restauración del orden", esto es, por la represión del
movimiento obrero.