HISTORIA CONTEMPORANEA - Europa oriental hasta 1881
LA GUERRA DE CRIMEA
En 1853, una gestión diplomática de Rusia cerca del gobierno de Constantinopla demostró el
firme propósito de Nicolás I de afirmarse en los Balcanes. Turquía resistió a la exigencia rusa
de que se le reconociera el protectorado sobre las poblaciones cristianas del imperio, y el zar
contestó con la invasión de Rumania por sus tropas, y el hundimiento de la flota turca atacada
sorpresivamente en Sinope. La actitud de las potencias occidentales no se hizo esperar:
Inglaterra declaró la guerra a Rusia en marzo de 1854 y poco después se le unían Francia y
Piamonte.
Los aliados establecieron sus principales objetivos militares y diplomáticos, y resolvieron
comenzar por el aniquilamiento de la base naval de Sebastopol, en Crimea, donde los rusos
habían hecho pie para tratar de dominar el mar Negro. Una flota aliada se dirigió contra elle y
comenzó un largo sitio; pero la ciudad pudo ser bien fortificada y resistió, sin que los rusos
pudieran, sin embargo, aprovechar sus inmensos recursos para distraer la atención del
enemigo, muy inferior en número y en recursos. Finalmente, Sebastopol cayó en manos de los
sitiadores cuando ya no era
sino un montón de ruinas, y se planteó
el problema de la
continuación de las operaciones, a lo que se opuso Napoleón III. En el curso de la guerra había
muerto Nicolás I (1855) y lo había sucedido Alejandro II, con quien decidieron tratar los
aliados, convocando a una reunión en París, que se celebró a principios de 1856. Allí se firmó
el tratado que puso fin a la guerra; los rusos perdieron los territorios que habían ocupado y
renunciaron a sus pretensiones sobre el imperio
turco, en tanto que se declaraba libre la
navegación del río Danubio y se prohibía la navegación de barcos de guerra en el mar Negro.
Era una derrota grave para el régimen autocrático, que había probado su ineficacia militar y
diplomática y perdido por ello la situación de que antes había gozado en el escenario
internacional.