HISTORIA CONTEMPORANEA - La época de la Restauración
EL CONGRESO DE VIENA Y LA SANTA ALIANZA
No bien producida la primera caída de Napoleón, Austria acogió en su capital a los delegados
de todas las principales potencias europeas con el fin de que, reunidos en congreso, dictaran
las normas a que debía sujetarse la nueva Europa. Inglaterra, Rusia y Prusia fueron, además de
Austria, las potencias dominantes, en cuyas deliberaciones impuso su sello la férrea
mentalidad del canciller austriaco Metternich.
Las resoluciones más importantes que se tomaron en Viena fueron las relacionadas con la
nueva demarcación territorial de Europa. Salieron notablemente beneficiadas las cuatro
grandes potencias que dominaban el congreso; Inglaterra afirmó su vasto poderío marítimo y
colonial; Rusia se extendió sobre el mar Negro y el mar Báltico, anexándose el gran ducado de
Varsovia; Noruega quedó anexada a Suecia; Prusia se apoderó de grandes territorios en el Rin
y de la Pomerania; Austria, finalmente, reconquistó su posición en la Italia del norte y su
calidad de nación directora de los estados germánicos. Con respecto a los demás países, sus
disposiciones fueron bastante arbitrarias y la distribución sólo atendió a los intereses
dinásticos, sin la menor preocupación por los anhelos de los pueblos, con lo cual, el congreso
de Viena echó la simiente de los conflictos nacionalistas que surgirían poco después.
Por otra parte, también echó la simiente de futuros conflictos políticos con su ciega decisión de
apoyar exclusivamente la política más extremadamente absolutista. El movimiento liberal se
refugió en una acción ilegal y secreta, pero no desapareció, pese a los esfuerzos que los
gobiernos de la restauración hicieron por conseguirlo. El principal instrumento de acción
internacional que se creó en este sentido fue la organización de naciones que se llamó la Santa
Alianza.
La idea originaria de su creación pertenecía al zar Alejandro I de Rusia, mas la realización
práctica fue dirigida por Metternich, que le imprimió un carácter distinto al que había
imaginado su inspirador. La Santa Alianza estaba movida originariamente por el deseo de
asegurar el predominio del cristianismo en Europa, sin distinción de sectas. Esta última
circunstancia hizo que el papa no la viera con buenos ojos; pero la orientación que le imprimió
Metternich contribuyó, a su vez, a alejar de sus filas a Inglaterra. En efecto, para Austria la
Santa Alianza debía ser un instrumento de vigilancia internacional del orden europeo, y en tal
calidad podía intervenir en cada uno de los países si así parecía necesario por alguna amenaza
que anunciara el advenimiento de una nueva era revolucionaria.
En cumplimiento de estos designios, la Santa Alianza intervino en Alemania, Nápoles y
España apoyando mediante la fuerza los regímenes absolutistas en peligro. Pero la
intervención en España trajo como consecuencia la disidencia de Inglaterra, que se apartó de la
Santa Alianza, actitud que imitó luego el zar de Rusia. De ese modo, poco a poco, la
organización comenzó a perder importancia y dejó de existir no mucho después.