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HISTORIA CONTEMPORANEA
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Las potencias autocráticas
y los movimientos
emancipadores
EL IMPERIO OTOMANO Y SERVIA, GRECIA Y EGIPTO
En el extremo sudoriental de Europa, el imperio otomano seguía constituyendo una
formidable potencia que no habían podido abatir las reiteradas ofensivas de Austria y Rusia.
Su dominio sobre los Balcanes era aparentemente sólido, porque el poder del estado otomano
ahogaba cualquier signo de insurrección. Empero, la rebelión estaba latente en esa región por
la violenta hostilidad que conservaban algunos grupos que, por su tradición nacional y su fe
religiosa, se mantenían aglutinados y diferenciados de los turcos dominantes.
A principios del siglo lux, los servios se habían sublevado contra el sultán y habían sido
vencidos; pero en 1815 tuvieron mejor suerte y lograron derrotar a las fuerzas turcas,
circunstancia que obligó al imperio otomano a reconocer su autonomía, sobre todo por el
temor de una intervención de Rusia, libre ya de la zozobra que le causaba Napoleón.
Movidos por idénticos ideales, los griegos se sublevaron en 1821 y desencadenaron una guerra
cruel en la que, por ambas partes, abundaron las matanzas despiadadas. Con todo, los
insurrectos no pudieron contrarrestar el poderío militar de los turcos y parecían vencidos
cuando, en 1827, comenzaron a recibir la ayuda de los países occidentales. Respondiendo a la
corriente de opinión que había llevado a Grecia a muchos voluntarios —al poeta Byron entre
ellos— los gobiernos de Rusia, Francia e Inglaterra enviaron fuerzas militares para poner fin al
conflicto y asegurar la independencia griega. Destruida la flota turca en Navarino, las fuerzas
terrestres del sultán fueron vencidas en Andrinópolis por el ejército ruso, de modo que el
gobierno de la Puerta solicitó la paz y firmó el tratado de Andrinópolis en 1829, por el que
reconocía la independencia de Grecia.
Poco tiempo después se suscitó un conflicto interno de resultas del cual Egipto quedó
separado de Turquía. El imperio otomano se disgregaba, y aunque no podría atribuirse la
aparición de las nuevas nacionalidades a la influencia de los movimientos liberales, lo cierto es
que resultó en cierto modo de las condiciones políticas que esos movimientos crearon en
Europa. Por otra parte, el nuevo mapa que se dibujaba en los Balcanes correspondía al juego
de fuerzas que se había establecido entre las grandes potencias, pues tanto Francia e Inglaterra
como Austria y Rusia aspiraban a recoger, parcial o totalmente, la influencia que antes ejercía
el gobierno turco. Sólo se opondrían a esos deseos los choques de unos intereses con otros, y el
creciente desarrollo del nacionalismo, que floreció en la cuenca oriental del Mediterráneo de la
misma manera que en el occidente de Europa.