HISTORIA MODERNA - Renovación cultural y religiosa
LA REFORMA RELIGIOSA
En principio, el movimiento reformista que se desencadenó en Alemania a principios del siglo
XVI pareció un episodio más del proceso de descomposición que se advertía en la Iglesia
desde fines de la Edad Media. Era también, en efecto, un movimiento disconformista surgido
en el seno del clero. Sin embargo, sus raíces eran muy profundas, y aunque participaba de
ciertos caracteres semejantes a los de otros movimientos, entrañaba ciertos principios que le
proporcionaban un aire verdaderamente revolucionario.
Ya en el siglo XIV, con motivo del cisma eclesiástico, se había manifestado una clara tendencia
a la renovación de la Iglesia. El llamado "movimiento conciliar", que aspiraba a reemplazar la
autoridad pontificia por la de los concilios ecuménicos, hizo tambalear por un instante el
orden eclesiástico; y la prédica de Wiclef en Inglaterra, así como la de Juan de Hus en
Bohemia, probaron que una intensa agitación reinaba entre los fieles. Pero el movimiento fue
favorecido, sobre todo, por la difusión del texto de las Escrituras, gracias a la imprenta y al
abaratamiento del libro. En las manos de todos, las páginas del Evangelio obraron como un
poderoso revulsivo de las conciencias y despertaron el espíritu crítico. El papado y la corte de
Roma, los altos dignatarios de la Iglesia, los monjes y los seculares, todos parecieron
susceptibles de la más violenta crítica, y el ejemplo de sus vidas pareció apropiado para
revelar la corrupción que carcomía las instituciones religiosas, en violento contraste con las
enseñanzas de Cristo.
El movimiento entró en una nueva etapa a partir de los comienzos del siglo XVI. Para concluir
el templo de San Pedro, en Roma en el que trabajaban las más ilustres figuras artísticas de la
época el papa León X concibió la idea de vender indulgencias. Este fue uno de los pretextos
que llevaron a los primeros reformistas a oponerse heréticamente a la Iglesia. En un principio,
esta oposición se mantuvo dentro de la línea de una simple disconformidad, y hubiera podido
tomarse por una más de las innumerables controversias escolásticas de que está llena la Edad
Media, pero pronto se vio que iba en camino de convertirse en una herejía, de alcance
incalculable, incluso para sus promotores.
Encabezó la protesta en Alemania un monje agustino llamado Martín Lutero (1483-1553),
hombre de temperamento místico y exaltado, y, al mismo tiempo, con una cierta capacidad de
acción y organización. Comenzó criticando duramente la venta de las indulgencias y el
aspecto que tomaba su tráfico en Alemania; pero poco después se atrevió a discutir el valor
mismo de las indulgencias concedidas por el papado; y más tarde algunos de los dogmas más
importantes del cristianismo. En noventa y cinco proposiciones fijó el sistema de sus ideas,
rechazando algunos sacramentos, recomendando la supresión del sacerdocio y propugnando,
en fin, la lectura directa de las Escrituras por los fieles. Este documento mereció la
condenación del papado, que rechazó como heréticas muchas de sus tesis. Y como Lutero
quemara en la plaza de Wittenberg la bula papal, fue excomulgado desde Roma, en 1520.
El movimiento de Lutero tenía considerable apoyo y repercusiones políticas. El emperador
Carlos V convocó una dieta en Worms (1521) con ánimo conciliador, pero Lutero se mantuvo
firme y la dieta ratificó la condenación, debido a lo cual tuvo que salir protegido por el elector
de Sajonia. Desde entonces los príncipes alemanes se dividieron en favorables y hostiles a
Lutero, relacionándose la preferencia con la situación en que se hallaran respecto al
emperador. Pero, sin duda, el movimiento creció, y no careció de importancia la
recomendación que hiciera Lutero a los príncipes de que se apoderaran de los bienes de la
Iglesia para someterlos a su jurisdicción secular.
Entre tanto, el emperador buscaba la manera de contener el desarrollo del movimiento
cismático. En 1529 se reunió en Espira una dieta, que acordó admitir la nueva doctrina donde
ya se la profesase, pero impedir que se propagara. Y en 1530, la dieta de Augsburgo propuso
una nueva conciliación, de cuya gestión salió redactado el manifiesto o credo de los
protestantes, llamado "confesión de Augsburgo". Mas el resultado fue negativo, y los bandos
en lucha se dispusieron para el combate. Los príncipes protestantes se unieron en la llamada
Liga de Esmalcalda, en 1531, y estrecharon sus filas esperando que el emperador los atacara.
Ocurrió al fin, y se desencadenó una guerra que duró hasta 1555, en que se firmó la paz de
Augsburgo.
MARTIN LUTERO. El pintor alemán Lucas Cranach representa al fundador del movimiento
reformista vestido de monje. Linero (1483- 1546) abandonó el catolicismo y sostuvo la
necesidad de una nueva organización del clero.
Pero entre tanto, el movimiento reformista se había difundido fuera de Alemania. En Suiza
con Ulrico Zwinglio, en Suecia y en Noruega ganó prontamente adeptos y desencadenó
algunos conflictos que se combinaron con otros problemas. En Francia, Juan Calvino
(15091564) comenzó a elaborar una doctrina en parte divergente de la de Lutero, e hizo
muchos adeptos en su país y luego en Suiza, donde residió largamente y llegó a ser señor de
Ginebra. Y en Inglaterra, el propio rey Enrique VIII inició un movimiento cismático que puso
la iglesia de Inglaterra bajo su dirección, aun cuando no alterara el contenido mismo de la
religión. Así quedó dividida en poco tiempo la cristiandad en dos grupos, uno adicto y otro
hostil al papado de Roma.
Hasta 1540, la Iglesia creyó que era posible esperar una reconciliación con los disidentes; pero
a partir del momento en que se convenció de que era imposible, comenzó a tomar sus medidas
para evitar la difusión del protestantismo, y para combatirlo allí donde estaba ya arraigado.
Mediante la ayuda de la Compañía de Jesús fundada por Ignacio de Loyola procuró
reconquistar la opinión pública, especialmente en los círculos dominantes; mediante la
Inquisición procuró reprimir todo intento de pensamiento libre o de tendencia reformista; y,
finalmente, mediante la convocatoria de un magno concilio en la ciudad de Trento, procuró
establecer firmemente los principales puntos del dogma y las reglas disciplinarias
fundamentales para no volver a ofrecer blanco a la crítica. De este modo, al reformismo
protestante se opuso el movimiento católico llamado de la Contrarreforma o Reforma católica.
JUAN CALVINO. Este retrato, de autor desconocido, refleja la fisonomía penetrante de
Calvino (1509-1564), reformador que instauró en Ginebra una severísima república teocrática