HISTORIA ANTIGUA - Esplendor de fenicios y hebreos
LOS HEBREOS
Entre tanto, los hebreos habían constituido un país bastante fuerte bajo la égida de Saúl y de
los reyes que le siguieron. Sus tropas consiguieron contener o derrotar a los vecinos que los
amenazaban y una era de tranquilidad y de florecimiento empezó para ellos. Sucedió a Saúl el
rey David, cuyo reinado transcurre durante los primeros años del primer milenio y se
caracterizó por el impulso que dio a la organización del país. El fue quien fundó la ciudad de
Jerusalén, situada en una altura que la hacía fácil de defender; él fue también quien hizo de
ella la capital política y religiosa del reino, y procuró engrandecerla; era un hombre de elevado
espíritu y la tradición le atribuye uno de los más famosos libros del Antiguo Testamento: los
Salmos.
A David sucedió en el trono su hijo Salomón, con el cual el reino llegó a su mayor esplendor.
Fueron famosas sus riquezas y su sabiduría, pero lo que constituyó su mejor título fue la
construcción del gran templo de Jerusalén, en el que trabajaron arquitectos y obreros fenicios
para dar a la obra una grandeza digna de su poderío. A su muerte el reino se dividió en dos: el
de Judá y el de Israel, con lo cual se debilitaron ambos y fueron presas fáciles de los enemigos
que amenazaban el reino. En 722, los asirios tomaron la ciudad de Samaria, capital del reino de
Israel, y la destruyeron. La capital de Judá, Jerusalén, no llegó a ser tocada por aquéllos, pero
la dominaron los babilonios más tarde, en 587, después de lo cual llevaron a sus habitantes
cautivos a Babilonia.
Esta época del cautiverio tuvo gran importancia en la historia espiritual de los hebreos. Allí fue
donde adquirieron la conciencia de que constituían una comunidad cerrada y donde se
esforzaron por acentuar los rasgos diferenciadores. También fue allí donde se empezó a fijar
por escrito la tradición, la ley y la doctrina, y así nació el Antiguo Testamento.
Los hebreos no poseyeron artes plásticas; apenas tuvieron literatura profana y carecieron de
desarrollo técnico. Su vocación era la fe y toda su existencia giró alrededor de ella. En medio
de los pueblos politeístas y cuya religión se satisfacía con cultos exteriores, los hebreos crearon
y desarrollaron una religión monoteísta, cuyo Dios, Jehová, exigía, según los profetas, no sólo
el cumplimiento de los ritos sino también una fe íntima, de tono místico. Este fue el legado de
los hebreos; en su seno, Cristo comenzó a predicar su doctrina, llena de resonancias hebreas, y
de la Palestina salió la nueva religión cuya influencia se extendería por todo el mundo
occidental.
TEMPLO DE JERUSALEN. Ha sido posible reconstruir este templo, levantado por Salomón,
gracias a la descripción del profeta Ezequiel.