HISTORIA ANTIGUA - Egipto en la época del segundo imperio tebano
EL SEGUNDO IMPERIO TEBANO
Los jefes que encabezaron la lucha contra los hicsos establecieron su capital en Tebas. Allí se
sucedieron varias dinastías, a las cuales pertenecen algunos de los faraones más famosos de la
historia egipcia. El país se cubrió entonces de magníficos monumentos, entre los que se
destacan los templos de Luxor y de Karnak, las tumbas reales y los monumentos recordatorios
de la grandeza de los reyes. Pero el más curioso acontecimiento de esta época es la revolución
religiosa que encabezó el faraón Ameno-lis IV, sobre cuyo espíritu pesaron las influencias de
otros pueblos y resolvió instaurar un culto monoteísta. La gran divinidad fue Atón, el disco
solar; el faraón cambió su nombre por el de Aknatón, que significaba "Gloria de Atón", y la
capital religiosa fue instalada en otra ciudad, que recibió el nombre de Khutatón; todo cambió
entonces: las formas del culto, la manera de representar los objetos sagrados y, como
consecuencia, desaparecieron muchas convenciones tradicionales que caracterizaban las
pinturas, los relieves y las esculturas egipcias. Esta transformación religiosa fue efímera pese al
vigor con que la había emprendido su creador; a su muerte, su sucesor, Tutankamón, a quien
presionaba el sacerdocio irritado por la pérdida de su poderío, anuló toda la obra de Arnenofis
IV y volvió al antiguo culto de Amón. Pero, con todo, esa época tiene una particular
significación porque revela una faz nueva del genio egipcio.
La época del segundo imperio tebano se caracteriza por la actividad militar. Tras la invasión
de los hicsos, los faraones comprendieron que era necesario proteger las fronteras asegurando
el dominio de las regiones limítrofes; su principal preocupación fue, pues, dominar la Siria,
por donde habían llegado los invasores. Durante los reinados de los Tutmés (siglos XVI a XIV),
diversas expediciones permitieron a los egipcios dominar las ciudades más importantes de esa
región y hasta lograron llegar al Eufrates. Pero su expansión amenazaba a un imperio que
había surgido en el Norte y que tenía también aspiraciones a extenderse hacia esa región: el de
los hititas, que pasarnos a reseñar.
RUINAS DEL TEMPLO DE LUXOR. Los templos de la época tebana se componían de un
enorme patio, al que podían entrar todos los que llevaban ofrendas; la sala hipóstila, cubierta
de columnas, reservada a los iniciados; y la cámara del dios, en la que sólo entraban el faraón y
el sacerdote.