FILOSOFIA - La filosofía en el siglo XIX
LA DOCTRINA DE LA EVOLUCION: DARWIN Y SPENCER
En parentesco con el positivismo, aparece la doctrina de la evolución. La idea de la evolución
que tan significativo influjo ejerció durante el último tercio del siglo XIX en las ciencias naturales,
pronto se extendió considerablemente a las ciencias de la cultura (economía, pedagogía,
sociología, etc.). También la filosofía experimentó los efectos de aquella idea; las consecuencias,
como era natural, apuntaron a una reforma de fondo en la manera de concebir el mundo y el
valor de la vida.
Que CARLOS DARWIN (1809-1882) logró hacer universalmente conocida la teoría de la
evolución, nadie lo discute. El principio de que las especies vivientes (animales o plantas) se han
originado unas de las otras, se había ya sostenido desde la época de los griegos; pero sólo en el
siglo XIX llegó a ser moneda corriente en el mundo de las ideas, por la base experimental que
ahora ostentaba. Además, su merecida importancia se amplificó al ponerse en pugna esta nueva
teoría natural de las descendencias de las especies con las concepciones religiosas en boga. En
efecto, la nueva doctrina despoja al hombre de su origen divino. Como todo animal, el hombre
es producto de una evolución natural; y por cierto, ni el último ni el primero. De él arrancarán
nuevas especies cada vez más evolucionadas gracias a una ley causal que rige la vida.
Llevar la teoría de la evolución más allá del campo de la biología, en donde Darwin,
preferentemente, había permanecido, fue la tarea que se impuso HERBERT SPENCER (1820-
1903). Su célebre obra Sistema de filosofía sintética defiende ya la idea de evolución. Esta no es
tan sólo una ley de la vida sino del universo entero. Incluso la sociedad no puede substraerse a
ella.
En el universo dice Herbert Spencer se produce en general y en detalle, una distribución
incesantemente renovada de la materia y del movimiento.
Esta distribución, constantemente renovada, constituye la evolución, allí donde predominan la
integración de la materia y la disipación del movimiento; y la disolución, allí donde predominan
la absorción del movimiento y la desintegración de la materia.
La evolución es simple cuando el procedimiento de integración, o dicho de otro modo, la
formación de un agregado coherente se opera, sin complicación, por otros procedimientos.
La evolución es compuesta cuando, al lado de este cambio primario de un estado incoherente
(disperso) en un estado coherente (integrado), se producen cambios secundarios debidos a
diferencias en las circunstancias de las distintas partes del agregado.
Estos cambios secundarios constituyen la transformación de lo que es homogéneo en lo que es
heterogéneo, transformación que, como la primera, se ve en el Universo, considerado como un
todo, y en todos (o casi en todos) sus detalles; en la masa de las estrellas y de las nebulosas; en el
sistema planetario; en la tierra como masa inorgánica; en cada organismo vegetal o animal (ley
de Von Baer), en el agregado de los organismos a través de los tiempos geológicos; en el espíritu;
en la sociedad y en todas las producciones de la actividad social".
Esta última afirmación da oportunidad a Spencer para fundar su ética evolucionista. El objeto de
investigación de esta disciplina filosófica lo encuentra en un aspecto de la realidad social: el de
los fenómenos morales. Allí hay que buscar, puntualmente, los principios que puedan servirle
de base. Por lo demás, tales principios no pueden ser sino las formas específicas a través de las
cuales se manifiesta la ley general de la evolución en el territorio propio de la moralidad.
Ahora bien, en virtud de que esta ley general de la evolución rige toda suerte de hechos, los
principios de la ética evolucionista están en armonía con la realidad entera. Los datos de la
moral, dice
Spencer, son "generalizaciones suministradas por la Biología, la Psicología y la
Sociología, que constituyen la base de una verdadera teoría de la vida equilibrada; en otros
términos, los elementos de ese equilibrio entre la constitución y las condiciones de la existencia
que es, a la vez, el ideal moral y el límite hacia el cual nos encaminamos".
Spencer también defiende la doctrina del agnosticismo, conforme a la cual se postula la
existencia del absoluto, pero se niega la posibilidad de conocerlo.