FILOSOFIA - La filosofía en el siglo XIX
EL DESCUBRIMIENTO DE LA VIDA HUMANA
En la segunda mitad del siglo XIX aparece en Europa una diferente orientación filosófica, que
rompe lanzas ora contra el positivismo y evolucionismo, ora contra la doctrina hegeliana.
Constituye los orígenes de la filosofía de la existencia o de la vida humana.
La filosofía de la existencia se opone a la filosofía tradicional. Esta última se presenta con las
pretensiones de ser ciencia objetiva de la verdad, a saber, de conocimientos universales y
necesarios. Lo específicamente individual, lo peculiar y característico de cada hombre, lo
contingente y subjetivo, no puede ni debe ser objeto de reflexión en esta ciencia fundamental de
lo necesario y universalmente válido. La filosofía ha buscado, en efecto, las leyes generales de la
realidad que están por encima del tiempo, de las vicisitudes históricas de los hombres. Dios
mismo ha de someterse a ellas, en cuanto sujeto de pensamiento.
Paradigma de este pensar universalista es la filosofía de Hegel, quien, como es sabido, postula la
idea de que todo lo real es racional; ello es, de que toda realidad se explica y comprende por
leyes racionales, lógicas (Panlogismo).
En contra de esta concepción filosófica, algunos pensadores han reaccionado a lo largo de la
historia; han hecho ver que la filosofía debe volver su inquisitiva mirada al hombre concreto,
pues éste tiene sus peculiares e intransferibles problemas, determinados por su específica
naturaleza y su ineludible situación histórica y social; han subrayado, en otros términos, que la
existencia humana, nuestra individual existencia, ha de ser el punto de partida y el término de
todo filosofar.
Tres grandes pensadores, en la segunda mitad del siglo XIX, han acentuado cada cual a su
manera, la idea de la existencia o vida humana, como objeto medular de la filosofía: SOEREN
KIERKEGAARD, FEDERICO NIETZSCHE y GUILLERMO
DILTHEY. Frente a la filosofía
imperante en esa época, han logrado estos pensadores atraer, poco a poco, la mirada a lo
peculiar y distintivo del hombre en su vida concreta. Con cierta hipérbole, se les ha llamado, por
este motivo, los descubridores de la idea de la vida humana.