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FILOSOFIA - La filosofía del Renacimiento 
FRANCISCO BACON
La filosofía en las postrimerías del siglo xvI y principios del xvii continúa la oposición que
muchos pensadores del Renacimiento habían dirigido contra la escolástica y contra el propio
Aristóteles. Haciendo hincapié en lo infecundo del silogismo, que, en el mejor de los casos, sólo
puede exhibir, probando o refutando, lo ya conocido, se engendra el anhelo de encontrar un
camino seguro, un método propicio para la investigación científica de lo real. Ya no se cree que
el conocimiento de la naturaleza pueda adquirirse exclusivamente en las obras de los clásicos,
sobre todo en los libros de Aristóteles. FRANCISCO BACON (1561-1626) es el filósofo que, con
más vigor, torna este partido en la contienda de la época. Tiene la pretensión de llevar a cabo
una completa transformación de las ciencias. Señala desde luego que el conocimiento debe
partir de la observación de la naturaleza, pues la fuente de todo saber reside en la experiencia
(empirie, empirismo). Por la inducción, que es el método que se eleva de los hechos singulares a
los principios de carácter general, la ciencia puede penetrar hasta las raíces más profundas de
las cosas; y, de esta suerte, acrecentar el poder del sabio sobre la naturaleza con vistas al
bienestar del género humano. Con semejantes ideas plantea Bacon nada menos que el problema
de la técnica moderna, la tarea de la ciencia de poner las fuerzas de la naturaleza al servicio del
hombre. "Saber es poder".
Ahora bien, para llegar a los conocimientos científicamente utilizables, precisa depurar las
observaciones, contaminadas a menudo de errores y prejuicios. Bacon llama ídolos a los errores
de observación que se cometen en la investigación de las cosas. De ellos enumera cuatro
fundamentales: idola tribus, ido-la specus, idola fori, idola theatri. Los primeros (los propios de
la especie humana) son aquellos en que incurrimos cuando suponemos, por ejemplo, que la
naturaleza, al igual que nosotros, procede con arreglo a fines; los segundos (los de la caverna),
las falsas representaciones originadas por la limitación de nuestro círculo de vida; los terceros
(los del mercado), los falseamientos de las cosas debido a prejuicios a que sucumbimos por el
trato social y mal uso del lenguaje, y los últimos (los del teatro), los yerros en que vamos a parar
al repetir crédulamente, sin crítica, argumentos de autoridad, sólo por el hecho de ser opiniones
de grandes hombres. Aquí halla Bacon la ocasión para polemizar contra el verbalismo de la
escolástica, contra la manía del argumento de autoridad, contra el antropomorfismo de la
filosofía precedente, y para exigir el conocimiento directo de las cosas y la fiel captura de la
realidad.
Una vez depuradas las observaciones, el investigador ha de recoger el material en tres tablas. En
la primera, tabla de presencias, hay que enumerar todos los casos positivos del fenómeno que se
investiga; en la segunda, tabla de ausencias, de:,en estar los casos negativos, aquellos en que no
se presenta el fenómeno; en la tercera, tabla de comparaciones, hay que comprender los casos en
que el fenómeno se presenta en grados distintos. Observando y comparando estas tablas puede
el investigador llegar paulatina e inductivamente a los principios absolutos del saber.
Por esta vía creía Bacon aprovechar la naturaleza en beneficio del hombre. Natura non vincitur
nisi parendo. (La naturaleza no se domina sino obedeciéndola).
Francisco Bacon nació en Londres. Hombre ambicioso y de indudable talento, alcanzó grandes
dignidades: llegó a ser canciller de la monarquía inglesa y Barón de Verulam. Entre sus obras
más notables, precisa citar: Novum Organum, que opuso al Organon Aristotélico. Tanto aquAlla
como la titulada De la dignidad y el aumento de las ciencias, en que combate el escolasticismo, y
Floresta de la Floresta o Historia Natural, inconclusa, formaban parte de una obra monumental,
Instauratio Magna, que debía tener seis partes, pero de las cuales las tres últimas nunca llegó a
escribir.