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FILOSOFIA - Kant y el idealismo alemán
SCHOPENHAUER
Aunque en oposición a Hegel, ARTURO SCHOPENHAUER es otro de los filósofos que ha
promovido e impulsado en buena parte la doctrina idealista. Nace en Danzig el año 1788; se
consagra a la vida intelectual ya tarde: estudia en Gotinga y Berlín; hace el doctorado hacia 1813
en Jena, con la obra La cuádruple raíz del principio de razón suficiente; vive más tarde,
transitoriamente, en Weimar y Dresde; se habilita como docente privado en Berlín (1820); pero
después de no haber tenido ningún éxito en la actividad docente tantas veces interrumpida,
vuelve por el año 1831 a la vida privada, en Francfort, donde muere (1860). Su obra capital es El
Mundo como Voluntad y Representación. A ella se suman La Voluntad en la Naturaleza, 1836;
Los dos Problemas Fundamentales de la Etica, 1841; en fin, Parerga y Paralipomena, 1851.
Schopenhauer es uno de los representantes más vigorosos del voluntarismo metafísico,
conforme al cual la voluntad es la realidad por excelencia.
Para Schopenhauer, el mundo de la ciencia no es otra cosa que un mundo de la representación
del sujeto cognoscente, representación que se opera según las formas puras del tiempo y del
espacio y las categorías. Schopenhauer reduce estas últimas a la única categoría de la causalidad,
ley suprema que concatena entre sí a todos los fenómenos, y base, por lo tanto, de todo
conocimiento científico. Pero el mundo como representación, objeto de la ciencia, es mera
apariencia; es el velo de Maya que oculta la realidad verdadera que se encuentra debajo de él, y
que la necesidad metafísica, insita en el hombre, impulsa a descubrir. Sin embargo, esta realidad
unitaria no puede ser captada por la ciencia, que sólo conoce la infinita variedad de los
fenómenos a través del férreo principio de causalidad: tan sólo puede ser captada por una
intuición genial, que, interpretando la totalidad de los fenómenos, llega a la verdadera esencia
de las cosas. Esta esencia se nos revela mirando en nosotros mismos, partiendo de la auto-
conciencia para conocer el mundo. La autoconciencia nos revela que nuestro fondo está hecho
de voluntad; y con una argumentación analógica concluimos que es voluntad lo que está
también en el fondo de todos los fenómenos que conocemos, que la voluntad es la "cosa en sí"; la
voluntad no es el sentido específico del querer deliberado humano, fruto del raciocinio, sino en
el sentido genérico de impulso, empuje, tendencia oscura, que anima e impele a todas las cosas
en un trajinar sin fin. La esencia del mundo no es, pues, un principio lógico, como pretendía el
optimismo de Hegel, sino un principio absolutamente irracional, un impulso ciego e irresistible.
Cada fuerza, cada tendencia, cada volición no son más que manifestaciones de esta única
esencia del mundo que es una única, inmensa, inagotable, infinita voluntad.
La esencia de la voluntad es querer siempre más; por tanto, la voluntad lleva consigo la
insatisfacción, y, por ende, permanente dolor. La vida es dolor. El placer es ausencia del dolor;
se convierte pronto en hastío. ¡Sea lo mejor nunca haber nacido!
La metafísica de Schopenhauer es un voluntarismo irracionalista, y culmina en una concepción
pesimista de la vida. Leibniz había dicho: "este mundo es el mejor de los mundos posibles".
Mentira, replica Schopenhauer: "este mundo es el peor de los mundos posibles".
El hombre trata de mitigar el dolor. El sentimiento moral por excelencia es la compasión.
También se mitiga el dolor en la ciencia, en la filosofía y en el arte.
Estos remedios, empero, son pasajeros. "La salvación sólo se alcanza negando esta voluntad
misma, aquietando el querer. El suicidio no consigue nada, porque, más que negar la voluntad,
la afirma, y la voluntad encarnará de nuevo. Sólo negando radicalmente la voluntad de vivir,
mediante un acto de libertad inteligible, podemos hacer que pase de cosa en sí a fenómeno, y
llegada la muerte, la voluntad no se encarnará otra vez y el individuo entrará en la nada, en el
nirvana. Sólo así puede ponerse fin al dolor y alcanzar la verdadera salvación." Tal, en síntesis,
la metafísica pesimista de Schopenhauer.