FILOSOFIA - Kant y el idealismo alemán
JUAN TEOFILO FICHTE
El primer gran continuador de la filosofía kantiana es Juan Teófilo Fichte, nacido en Rammenau
(Sajonia) el año 1762; estudió en Pforta y en la Universidad de Jena; fue llamado a Zurich como
sucesor de Reinhold para la cátedra de Jena (1794), después de haber hecho vida de profesor
particular y de adquirir rápida fama, por su primer escrito (anónimo) Crítica de toda Revelación,
atribuido a Kant (1792). Tras una brillante actuación hubo de abandonar la cátedra a causa de su
obra La Controversia acerca del Ateísmo, y marchar a Berlín, donde entró en relaciones con los
románticos. En 1805 fue profesor en la Universidad de Erlangen; en 1806 partió a Koenigsberg y
regresó después a Berlín, donde pronunció en el invierno de 1807-08 los Discursos a la Nación
alemana. En la Universidad de Berlín, recién fundada, tuvo el cargo de profesor y llegó a ser
electo primer rector. Murió en 1814 de fiebre maligna.
La vida de Fichte estuvo impulsada por hondo afán de lucha y un impulso incontenible de
mejoramiento social. Trata de reformar la vida, desde luego la vida universitaria y el
estudiantado. Como tribuno y predicador lleva a cabo sus más altos designios. Planos de altos
vuelos, sin parar mientes en lo real, y de continuo sin suficientes conocimientos de lo dado,
constituyen la esencia de su incansable anhelo, en el cual encarna su filosofía de la voluntad.
Ante todo, ha mantenido la osadía y desinterés de su idealismo en los Discursos a la Nación
alemana, en los cuales incita con ardiente patriotismo, a su pueblo, al retorno espiritual a sí
mismo, a la reforma moral y, por tanto, a su liberación política. Sus obras capitales son:
Fundamento de la Doctrina integral de la Ciencia, 1794;
Bosquejo de lo característico de la
Teoría de la Ciencia, 1795; El Derecho natural, 1796; Las dos Introducciones a la Doctrina de la
Ciencia, 1797; El Sistema de la Doctrina moral, 1798; El Destino del Hombre, 1800; El Estado
comercial cerrado, 1801; La Esencia del Sabio, 1805; Los Caracteres de la Epoca contemporánea,
1806; Guía para la Vida beata, 1806; La Teoría del Estado, Conferencias, 1813.
Fichte llama doctrina de la ciencia a su sistema filosófico. Para él, sólo existen dos orientaciones
fundamentales en la filosofía. Una parte del no-yo, del objeto, y culmina en la pregunta: ¿cómo
es posible que el objeto determine la estructura del sujeto, del yo? La otra parte arranca de la
conciencia, del yo, y pregunta: ¿cómo la conciencia, la conciencia en general, no la mía, llega a
representarse un objeto, un mundo de objetos? La primera orientación desemboca por necesidad
en el naturalismo y determinismo y elimina el concepto de libre personalidad. La segunda
conduce directamente al idealismo. "Pero, ¿qué clase de filosofía ha de escogerse? Ello depende
de la clase de hombre que se sea; pues un sistema filosófico no es un ajuar muerto... sino que
está animado por el alma del hombre que lo profesa. Un carácter blando por naturaleza, o
ablandado y torcido por la servidumbre espiritual, por el lujo y la vanidad, no se elevará nunca
al idealismo".
La filosofía, como todo sistema, exige un principio indubitable. Tal principio es el principio de
identidad del pensar, del yo. El axioma de la identidad dice: A es A. Pero esta proposición no es
un punto de vista incondicionado en cuanto al contenido, sino que presupone ya el término A y
más bien enuncia: si pongo A: pongo A. Por aquí se ve claro que toda proposición que
pensamos representa una afirmación o posición, en la que el "yo" se pone a sí mismo idéntico
consigo mismo. A todo pensamiento de una proposición o un objeto precede, no temporal pero
sí lógicamente, un pensarse a sí mismo o un "ponerse" el Yo. Por consiguiente, el principio de
una teoría de la ciencia, que no contenga realmente ningún supuesto, es la solución de la tarea
que tiene que realizar el Yo de pensarse a sí mismo, es no un "hecho", sino la "acción": el Yo se
pone a sí mismo. En lugar de partir de A es A, pudiéramos también haber partido, como de una
proposición incondicionalmente cierta, de A no es no-A. Toda "oposición" semejante representa
un acto, que, subsistente en sí mismo e independiente, es en realidad un segundo paso: necesito
pensar A antes de poderlo contraponer a no-A. Pero es un segundo paso, al cual junto con su
libertad se le añade una necesidad: sólo puedo pensar un objeto, distinguiéndole de otro; hasta
el Yo sólo puede ponerse a sí mismo contraponiéndose a un no-Yo. Ahora, pensando
juntamente Yo y no-Yo, se da un tercer paso. En la tercera "acción" tenemos que pensar al uno
limitando al otro, y por cierto, con limitación doble y mutua; el Yo, sintiendo, es determinado
por el no-Yo: el no-Yo es determinado por el Yo, obrando.
Fichte aplica en su filosofía un método dialéctico, que consta de tres momentos: posición,
contraposición y limitación recíproca. Son las tres etapas de la tesis, antítesis y síntesis. Conocer
un objeto significa, en efecto, primero ponerlo como real (el triángulo es el triángulo); después
contraponerlo (el triángulo no es el cuadrilátero) y, por fin, delimitarlo y comprenderlo en un
concepto superior (el triángulo es un polígono).
En la actividad moral se revela la auténtica esencia del Yo. Hay más: el Yo es siempre práctico.
Inclusive cuando construye la naturaleza, lo hace con un objetivo práctico. Trata de superar la
antinomia entre libertad y naturaleza. Todas las categorías (la causalidad misma) v todas las
leyes del conocimiento natural, son para Fichte libremente puestas por el espíritu. "Un acto libre
está en la raíz de todo."
En suma: el Yo crea dialécticamente al no-Yo (el mundo), aunque éste más tarde le parezca algo
extraño. De este "hecho" se originan las dos partes esenciales de la Doctrina de la Ciencia (la
filosofía): en tanto se parte del no-Yo para explicar el saber, tiene lugar la Doctrina teorética de
la Ciencia; cuando se reconoce, en cambio, que el Yo es la fuente de todo ser, surge la Doctrina
práctica de la Ciencia. En la deducción de las formas del conocimiento stricto sensu (categorías,
principios, etc.), admite Fichte que hay algo puesto por la ciencia cuya explicación causal es
imposible: la sensación. (Merced a este pensamiento se aparta del idealismo absoluto de
Schelling y del panlogismo de Hegel.) Pero sí puede y debe darse una explicación teleológica de
la sensación: toda materia es materia de la actividad práctica de la razón, en definitiva instan-da.
El ser se explica por el hacer (debe ser). De ahí que el Dios de Fichte no sea la natura naturans,
sino el ordo ordinans, y de ahí también el primado de la Doctrina práctica de la Ciencia. En ésta
da Fichte una nueva versión del imperativo categórico: "Obra con arreglo a tu conciencia". Con
todo, su ética pierde el riguroso formalismo de la filosofía kantiana. Lo propio se revela en su
filosofía del derecho y su doctrina del Estado, inspiradas en inconfundibles rasgos socialistas.
Fichte termina por identificar a Dios con el Yo absoluto. "De este modo se aproxima Fichte a la
vez al neoplatonismo y al cristianismo del Evangelio de San Juan, en donde la doctrina del
Verbo hecho carne puede explicar el tránsito de Dios a la conciencia finita". (Ferrater Mora).