ECONOMIA POLITICA - La moneda
NACIMIENTO Y EVOLUCION DE LA MONEDA
BAUDIN, en el capítulo primero de su libro La moneda, da un ejemplo tomando el caso de
un campesino francés que concurre a la plaza de su pueblo para vender sus productos, del
cual nos serviremos para ilustrar el nacimiento y evolución de la moneda tal cual la
conocemos hoy día.
El campesino del ejemplo se ubica con los productos de su granja pollos, mantequilla y
huevos junto a un vendedor de cacharros, pues desea poseer algunas tazas
policromadas. Un vecino se reúne con ellos llevando chales y pañuelos que también, por
encargo del ama de casa, desea comprar el campesino.
Iniciada la conversación entre los tres, pronto se dan cuenta de que cada uno de ellos posee
cosas que desea mutuamente, y por tal causa deciden cambiarse los productos en forma de
obtener cada uno de ellos una cantidad necesaria de todas esas mercancías. Esto es
perfectamente lógico y cabe dentro de la idea general de que los hombres no producen
para su propio consumo, sino para el cambio.
Pero ocurre que al querer efectuar los cambios se produce tal confusión entre mantequilla-
cacharros, pollos-chales, chales-huevos..., etc., que el campesino decide tomar como unidad
de medida un huevo. Es decir, establecen la equivalencia de todos sus productos en
huevos, y los cambios pueden entonces realizarse fácilmente. Los huevos, pues, han
cumplido una primera función monetaria: "la de medida de valor"; dicho más
técnicamente, han servido como común denominador de todos los valores o productos.
Más tarde ve el campesino a una persona a la cual debe cierto favor, y le ofrece que se sirva
en recompensa de cualquiera de los productos que él posee. Este manifiesta que está
surtido de todos ellos, pero que llevará los huevos, pues, como son de uso común, podrá
cambiarlos por otras mercancías que necesita.
Los huevos han cumplido una segunda función monetaria: la "de instrumento de cambio".
Una hora más tarde el campesino se encuentra con la misma persona, la que le dice que, no
habiendo encontrado el almacén provisto de las mercancías que él deseaba, ha guardado
los huevos para el día siguiente a la espera de que el almacén se aprovisione. Los huevos
van a cumplir una tercera función monetaria, la de depósito de valor, o "instrumento de
ahorro". Son, pues, una verdadera moneda.
En ese ejemplo están determinadas en forma precisa y por orden cronológico las tres
funciones de la moneda. Medida de valor, medio de cambio e instrumento de ahorro, son
las tres condiciones que debe reunir toda moneda, funciones que deben serle adjudicadas o
reconocidas en ella por el público que la use, ya que, para poder circular, debe, por encima
de todas las cosas, ser aceptada por los cambistas e inspirar confianza a los mismos. El uso
y la costumbre cumplen un papel preponderante en la circulación monetaria, y por esto se
ha llegado a decir que el problema de la moneda tiene mucho de psicológico.
El objeto, que ha de servir de moneda, de acuerdo con las consideraciones anteriores, ha de
reunir las siguientes características: para que sea aceptado como medida de valor debe ser
divisible, homogéneo y representar un gran valor en un pequeño volumen; para servir de
medio de cambio, debe gozar de una demanda general; para hacer el papel de reserva de
valor, debe ser durable y de un valor constante.
Según esto, es evidente, y así ha sucedido, que los metales preciosos han sido considerados
como particularmente aptos para servir de moneda. Responden a las exigencias
enumeradas, salvo la última. Esta última condición es muy difícil de conseguir, puesto que
la moneda es siempre inestable, ya que su valor depende de la estimación que hacen los
hombres de una cosa, y esta estimación está sujeta a variaciones. Si, por ejemplo, a causa de
algún descubrimiento, el oro llega a ser superabundante, será menos apreciado y perderá
valor. Pero es evidente que la inestabilidad de los metales preciosos es menor que la de
otros productos.
Los metales monetarios por excelencia han sido desde muy antiguo el oro y la plata. Como
el metal oro o plata tiene un valor proporcional al peso, se dividió en piezas de dimensión
y título uniforme para poder contarlo, y se aplicó sobre cada unidad una marca o cuño,
destinado a certificar el peso y el título. El derecho de aplicar esta marca se llama "derecho
de acuñación" y ha sido monopolizado por el Estado.