BANCO Y MONEDA - La experiencia monetaria entre las dos guerras mundiales
Para financiar el conflicto del año 1914, la mayoría de los gobiernos recurrió con intensidad
al crédito bancario mediante la colocación de títulos públicos en las arcas de los bancos de
emisión, por los que recibían su equivalente en billetes inconvertibles, cuando no le eran
acreditados en sus cuentas de depósitos, cuya utilización posterior daba lugar al aumento
del medio circulante.
En esta forma, el déficit fiscal creado por la diferencia entre los recursos provenientes de los
impuestos y los gastos, en gran parte de guerra, trajo un aumento persistente del circulante.
El crecimiento de los medios de pago no desapareció con la terminación de la guerra y
prosiguió una vez firmada la paz por la persistencia del déficit fiscal.
No es de extrañar entonces que la mayoría de los signos monetarios europeos, con excepción
del inglés, sufrieran una fuerte desvalorización, que en algunos casos fue transitoriamente
atenuada por llegadas esporádicas de capital extranjero, atraído por el acicate de una posible
valorización que le permitiera recoger los beneficios de la diferencia de cotización.
Bastaría recordar lo que ocurrió con el marco alemán para verificar que esas inversiones de
capital extranjero tuvieron en cierto momento carácter espectacular. En el caso de la moneda
alemana, ésta se colocó en grandes cantidades en el extranjero bajo el estímulo de una pronta
recuperación de su economía. La población de muchos países latinoamericanos adquirió
billetes alemanes en las casas de cambio, en la esperanza de recuperar a corto plazo con
creces el capital invertido. Los hechos, desgraciadamente, demostraron que estos vaticinios
estaban errados, y todos estos inversionistas de billetes extranjeros vieron perder
íntegramente los ahorros que habían utilizado en estas operaciones, ante la pérdida
completa de valor del marco alemán.