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ASTRONOMIA - Meteoros cósmicos
CLASES DE ESTRELLAS FUGACES
Estrellas fugaces esporádicas son las que pueden verse en todas las épocas del año emanando
desde puntos distintos del cielo, como fenómenos independientes unos de otros. Por término
medio, en noches despejadas y sin Luna, llegan a verse de 5 a 100 estrellas fugaces por hora.
Esto supone que, de hecho, en cada horizonte deben pasar de unas 1.200 por día, lo que da
para toda la Tierra 4.300 millones por año. Como el número de las estrellas fugaces
telescópicas debe ser unas 100 veces mayor que el de las visibles a simple vista, de aquí que
el total de estrellas fugaces esporádicas que cada año cruzan la atmósfera terrestre asciende a
430.000 millones.
Estrellas fugaces periódicas son las que se presentan especialmente numerosas en
determinadas épocas del año, como si surgiesen de ciertos puntos de la esfera celeste,
llamados radiantes. Con todo, la convergencia de las estrellas fugaces en los radiantes es
debida a un fenómeno de perspectiva, pues de suyo los trazos son paralelos.
ENJAMBRES DE ESTRELLAS. Los
enjambres más notables de estrellas fugaces tienen sus
puntos llamados radiantes en las constelaciones de Perseo y del León; las del enjambre de
Perseo, llamadas Perseidas o Lágrimas de San Lorenzo, aparecen en las noches de los días 10
a 12 de agosto de todos los años; las del enjambre del León, denominadas
Leónidas, se
presentan en las noches del 11 al 13 de noviembre. Pero, además, existen otros varios
radiantes situados en distintas regiones del firmamento, como las Boótidas en la constelación
del Boyero; las Liridas, en la constelación de la Lira; las Acuáridas, en la constelación del
Acuario; las Oriónidas, en la constelación del Orión; las Andromédidas, en la constelación de
Andrómeda, y las Geminidas, en la constelación de Géminis.
LLUVIAS DE ESTRELLAS. Son los enjambres de estrellas fugaces extraordinariamente
numerosos, que tienen lugar de cuando en cuando en épocas muy espaciadas. La lluvia de
estrellas más notable durante los tiempos históricos tuvo lugar el 12 de noviembre de 1833 y
fue observada por el doctor Olmsted, en Norteamérica. Todo el cielo aparecía surcado de
bandas luminosas, que se renovaban sin cesar y semejaban rápidos cohetes lanzados en todas
direcciones: de cuando en cuando aparecían globos de fuego de brillo intensísimo. La
frecuencia de los proyectiles luminosos fue estimada por algunos observadores en más de
10.000 por hora. La impresión general fue de terror y de que había llegado el juicio final y el
fin del mundo: todas las estrellas del cielo parecían precipitarse sobre la Tierra.
Otra lluvia de estrellas de singular vistosidad se produjo en la noche del 28 de noviembre de
1872; la frecuencia de estrellas luminosas fue apreciada por un solo observador en 14.565, en
menos de 5 horas. El 27 de noviembre de 1885, otra lluvia de estrellas singularmente vistosa
cautivó la atención de los habitantes de Europa: en esta ocasión hubo quienes contaron de 4 a
5 mil estrellas fugaces por hora. Por último cabe señalar otra lluvia de estrellas muy
conspicua, observada por el autor de este trabajo, desde el Observatorio del Ebro, en España,
la noche del 9 de octubre de 1933, lluvia que se prolongó hasta las tres primeras horas de la
noche.