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ASTRONOMIA - Las hipótesis cosmogónicas
HIPOTESIS DE SEE Y BELOT
F. J. SEE, en su hipótesis cosmogónica, presupone la materia informe diseminada en
nebulosas errantes por los espacios. Al encontrarse dos de ellas marchando en sentido
opuesto, las extremidades más próximas se refundirían en un solo cuerpo, que por su fuerza
de atracción actuaría de núcleo, alrededor del cual girarían los demás elementos de las dos
nebulosas, a manera de espiral; tal es según este autor, el origen de las nebulosas espirales. El
mismo SEE asegura que los planetas son extraños al sistema solar, que en tiempos
remotísimos vinieron a parar dentro de la esfera de atracción solar, internándose en la densa
atmósfera que, a la sazón, rodeaba al Sol, y cuya resistencia, al determinar la reducción de la
excentricidad y del eje mayor de los referidos astros errantes, acabaría por hacerles describir
órbitas casi circulares. En esta teoría se explican las débiles inclinaciones de las órbitas
planetarias atribuyendo forma lenticular a la atmósfera envolvente del Sol, pues en este
supuesto sólo serían capturados los planetas que, al entrar en el sistema solar, estuviesen
dotados de un movimiento en dirección próximamente igual a la del eje mayor de la
atmósfera envolvente; los demás astros errantes, dotados de movimientos en direcciones
distintas, por encontrar débil resistencia, atravesarían esta atmósfera sin experimentar las
más ligeras perturbaciones.
El ingeniero francés BELOT propuso no hace muchos años otra hipótesis, seductora por la
originalidad de su concepción y por proponerse explicar no ya tan sólo el origen del sistema
solar con todas sus particularidades, sino incluso la constitución general del sistema estelar,
para dar cuenta de las formas, de las distancias, de las leyes múltiples y de los variados
astros que pueblan la inmensidad de los espacios. BELOT parte del principio de que la
consideración de una sola nebulosa en rotación, tomada como base de casi todas las
cosmogonías, es del todo insuficiente para explicar los hechos que nos descubre la atenta
observación de los astros. Por esto supone la existencia primitiva de dos nebulosas, una
estacionaria y la otra dotada a un tiempo de movimiento de rotación y de traslación, a la
velocidad relativamente prodigiosa, que la hiciese capaz de comunicarle la forma de tubo-
torbellino, y una rigidez tal, a pesar de su naturaleza gaseosa, que al chocar con la otra
nebulosa, supuesta amorfa, se produjesen en el tubo-torbellino nodos y vientres
equidistantes; estos vientres serían los núcleos de los llamados por BELOT protosoles, que
con el tiempo pasarían a ser los planetas de nuestro sistema solar. Amontonando
suposiciones y complicaciones, va luego dando cuenta este autor de la ley de distancias entre
el Sol y los planetas, y aplica estas mismas ideas a las nebulosas espirales y a las corrientes de
estrellas. La objeción más seria que inmediatamente se ofrece a esta hipótesis es la
ilegitimidad en suponer dos nebulosas, una en movimiento y la otra estacionaria; pues, para
los efectos que se le atribuyen, no existe en realidad más que el movimiento relativo, idéntico
para ambas nebulosas. Por tanto, si como consecuencia de su velocidad el tubo-torbellino
muestra cierta rigidez, la misma debe mostrar la nebulosa amorfa con respecto al tubo-
torbellino. Con esto se echa ya de ver que los resultados previstos por esta hipótesis deben
ser modificados desde sus cimientos.