ASTRONOMIA - Las hipótesis cosmogónicas
HIPOTESIS DE LIGONDES Y ARRHENIUS
Muchas otras hipótesis cosmogónicas han aparecido, algunas de las cuales vamos a esbozar
aquí. Comencemos por la de LIGONDES.
Para este oficial de la artillería francesa, el punto de partida no es la nebulosa de LAPLACE,
para quien los movimientos todos se hallan regularizados por el frotamiento, sino un
verdadero caos, que recuerda la concepción moderna de la estructura interna de los cuerpos
gaseosos, conforme a la teoría cinética de los gases, o sea, un colosal enjambre de diminutos
proyectiles cruzándose en todas direcciones. Entre los numerosos choques de la nebulosa
primitiva, algunos hay, según LIGONDES, que fortuitamente se convierten en centros de
condensación progresiva, merced a la fuerza de atracción ejercida por ellos sobre la materia
ambiente difusa. Así es cómo, al principio, se diferenciarían los planetas y el Sol, y cómo
estos astros se nutrirían de la materia ambiente, hasta absorberla casi en su totalidad. Si
hemos de creer a este autor, el orden de los planetas por su edad sería el siguiente: Júpiter,
Neptuno, Urano, Saturno, Tierra, Marte, Venus, Mercurio. Pero esta hipótesis no está exenta
de objeciones, pues con ella no quedan explicadas ciertas particularidades en los
movimientos de los satélites, como tampoco la inclinación extraordinaria del eje de Urano.
El célebre SVANTE ARRHENIUS también propuso una hipótesis cosmogónica partiendo del
principio de que los astros todos, aun los más apartados, se hallan relacionados entre sí no
sólo por sus atracciones mutuas y la luz que emiten, sino, además, por el intercambio de
muchas otras cosas, como la electricidad, la materia y hasta gérmenes vivientes; este
intercambio, según él, se realiza mediante la presión lumínica emanada de los cuerpos
ligeros, aduciendo en confirmación de ello, las colas cometarias. Esta misma fuerza sería para
ARRHENIUS, la que expulsaría de la nebulosa primitiva, más o menos condensada en un
sol, pequeñas partículas que, en llegando hasta las futuras órbitas de la Tierra y de los demás
planetas, determinarían condensaciones cuyo resultado sería la formación de estos astros. La
reunión de otras partículas aglutinadas luego en meteoritos y los meteoritos penetrando en la
masa de las nebulosas, formarían los centros de atracción en torno de los cuales se iniciarían
condensaciones de la materia. Según esto, la historia de las estrellas sería un nacimiento casi
oscuro, un largo período de esplendor y de decadencia, hasta recubrirse de una corteza
sólida y oscura. Pero esta solidificación no sería la muerte definitiva, sino el principio de un
estado de vida latente, pues el choque con otro astro pondría de nuevo en acción las ingentes
energías adormecidas; la explosión durante el choque daría origen a una nueva nebulosa, con
la que se daría comienzo a otro ciclo, parecido al anterior. Para ARRHENIUS la vida latente
debe ser mucho más larga que la vida brillante o de plena actividad; de donde concluye este
famoso autor, contra las opiniones corrientes, que existen muchas más estrellas oscuras que
luminosas.