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ARTE - El arte románico
Mientras el arte cristiano primitivo realizaba sus primeras experiencias artísticas, en las
ciudades del interior de Europa las influencias dejadas
por los romanos en sus colonias
siguieron desarrollándose lentamente, elaborando así lo que más tarde serían las bases del arte
cristiano medieval. Así, en la época de Carlomagno (742-814) se produce en el área de su
imperio, y especialmente en Francia, un notable desarrollo de la miniatura en el que se van
distinguiendo claramente diversas tendencias o escuelas, según los lugares en que se produce,
y los manuscritos miniados carolingios se dividen en varios grupos, entre ellos los de
Winchester, en Inglaterra, Metz, Tours, Reims, etc.
En tiempos de los Otones (siglo X) se prolongan estas diversas escuelas miniaturistas,
especialmente en Alemania. Cobran también importancia los trabajos en marfil, donde se
aplica ya, como ocurriera en los manuscritos, el genio que más tarde se hará presente en la
decoración de las iglesias románicas.
Se llama arte románico el que florece durante los siglos XI y XII. Su nombre expresa
perfectamente sus características; se deriva de Roma, pero también ha recibido la influencia
bizantina. Esta palabra románico no debe confundirse ni con romano, que es el arte
de la
antigua Roma, ni con romántico, que designa una manifestación de arte que floreció en la
primera mitad del siglo XIX, como a su tiempo veremos.
El arte románico fue esencialmente arquitectónico y creó nuevas formas de monumentos para
iglesias y monasterios. Por tanto la escultura es, ante todo, decorativa. Cuando el artista trata
de reproducir la persona de Cristo o de los santos, lo hace de manera ingenua que recuerda el
arte bizantino, en lo menudo de sus pliegues paralelos y en el alargamiento de la figura. Todos
los personajes son esbeltos y algunas veces la deformación llega a la monstruosidad. Emplea
frecuentemente el relieve para decorar los tímpanos de las iglesias, o sea el espacio semicircular
que se alza sobre la puerta principal. Allí se coloca a Cristo en majestad o al Padre Eterno que
llaman Pantócrator.
Las catedrales francesas de los siglos XI y XII se encuentran decoradas con estas
ornamentaciones escultóricas. Entre las más notables deben citarse la de la abadía de Vézelay,
en Borgoña, y la iglesia de Moissac; pero, indudablemente, la obra más notable de la escultura
románica se encuentra en España: el Pórtico de la Gloria, en la catedral de Santiago de
Compostela, en Galicia, obra del siglo XII, atribuida al maestro Mateo, cuya estatuilla se
encuentra al pie del pilar central del pórtico. Revela una intensa imaginación y una piedad
muy profunda. Es un mundo de figuras el que cubre los tres arcos que constituyen el pórtico;
la piedra se encuentra suavemente policromada, y en la actitud de cada personaje y en la
expresión de sus rostros, todos diversos, vemos el genio del artista románico que se aleja ya del
hieratismo de obras anteriores, para producir un monumento lleno de vida y de emoción que
nos conmueve profundamente.
La pintura románica es, como la escultura, fundamentalmente decorativa; los muros están
decorados con pinturas al fresco de coloración sobria y oscura y este arte está sujeto a
determinadas limitaciones por razón natural de la época y de las condiciones impuestas por la
Iglesia. Así, las figuras de Jesús, de la Virgen y de los Apóstoles aparecen como habían sido
concebidas en Oriente, y de la influencia bizantina subsiste la estilización, el alargamiento de
las figuras, el pliegue de los paños y la composición rudimentaria. En el arte románico
empiezan a aparecer representaciones monstruosas del infierno, de los diablos, de los
condenados y de monstruos, que más tarde aprovechará el arte ojival.
Otra manifestación de la pintura de esta época consiste en la decoración de manuscritos. Los
más notables se guardan en Inglaterra, en el famoso Museo Británico, y revelan la misma
ingenuidad de la pintura mural, pero, a la vez, el mismo lujo del arte bizantino, sobre todo en
la decoración de las grandes letras mayúsculas con que comienzan los
capítulos, y que se
llaman capitulares.
PORTICO DE LA GLORIA. Un inundo de figuras cubre los tres arcos que constituyen el
pórtico de la Catedral de Santiago de Compostela, hecho en el siglo mi por el maestro Mateo,
verdadera obra maestra del arte románico.