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ARTE - La pintura y la escultura francesas durante el Renacimiento
Los primitivos franceses revelan una enorme influencia de Italia.
Más tarde la pintura se
inclina hacia Flandes. Dos escuelas pueden marcarse: la provenzal y la de Tours. La provenzal
sigue recibiendo la influencia de Italia, a causa de los papas de Aviñón, que habían llevado con
ellos la pintura de Siena. La escuela de Tours se desarrolla en el valle del Loira, en la segunda
mitad del siglo XV. Conserva cualidades bastante francesas, fuera de la influencia flamenca. Se
desarrolla en ellas sobre todo el arte de la miniatura; el artista más famoso se llamaba JUAN
FOUQUET (1415-1485).
En el siglo XVI empieza a cultivarse el retrato. Los artistas apellidados CLOUET saben
reproducir sus figuras con gran verismo, no desprovisto de elegancia.
La escuela de Fontainebleau produce, bajo los reinados de Carlos VIII y Luis XII, un grupo de
artistas que se caracterizan por la imitación de Italia, pero en una forma completamente
personal. Escenas mitológicas en que el tema principal son las diosas desnudas, de una belleza
idealizada, y el todo formando cuadros de gran suntuosidad y lujo.
JEAN CLOUET. Retrato de Francisco I atribuido a Clouet, que se conserva en el Museo del
Louvre, París.
LA ESCULTURA FRANCESA
La escultura francesa comienza siendo una rama de la flamenca. La escuela de Dijon florece
gracias a que los duques de Borgoña atraen a los principales artistas flamencos. Allí florece
Claus Sluter, realizando diversas obras en esa ciudad, entre las más notables de las cuales
puede señalarse la tumba de Felipe el Atrevido.
El Renacimiento se concentra, en el siglo XV, en Tours, donde ofrece un estado de transición
entre la Edad Media y el propio Renacimiento. Para el siglo XVI aparece ya la plena escultura
renacentista, en la que, puede decirse, comenzó a surgir la espiritualidad de Francia. La Diana
Cazadora, de JUAN GOUJON, que se conserva en el Museo del Louvre, es una buena muestra
de ello.
GERMAN PILON (1515-1590) fue escultor de estatuas funerarias especialmente, como la
tumba de Francisco I y de Enrique II; la tumba del canciller de Birague, con la estatua de
bronce de René de Birague y de su mujer Valviani, se toma por una de las obras más
expresivas de la escuela francesa. Los caracteres de la escuela de Francia se han marcado así: es
ante todo un arte decorativo, sirve para ornamentar los monumentos y existe una unión íntima
entre el arquitecto y el escultor, de modo que la homogeneidad es perfecta.