ARTE - Los discípulos y sucesores de Fidias
ALCAMENES es el único nombre que se conoce de los discípulos de Fidias, pero las obras más
notables de la escuela de este escultor son anónimas y pueden agruparse según los temas: así,
el tipo del hombre de pie y desnudo, el modelo de mujer o los bajos relieves con temas
mitológicos. Para esta época, la escultura explota maravillosamente el tipo étnico griego: la
nariz forma una línea recta con la frente, la boca es pequeña, los ojos hundidos, la barba
saliente; en el pie, el segundo dedo sobrepasa al primero.
Hacia fines del siglo v, surge una reacción contra el estilo de Fidias, causado por el espíritu
jónico que ahora llega directamente desde Jonia y viene a mezclarse con el elemento jonio
propio del ático, y produce creaciones llenas de finura y de gracia, pero de menos rigor plástico.
En el siglo v la escultura es viril por la presencia vigilante del elemento dórico, y se ejecutan
grandes obras monumentales; en el siglo IV la situación económica no permite la creación de
grandes obras y a la vez el equilibrio ático se rompe ya decididamente a favor del jonismo. Por
eso la escultura se vuelve intimista, y el tipo femenino es preferido al tipo viril: los escultores
gozan en modelar la carne femenina.
Los principales escultores de esta época son, en primer lugar, PRAXITELES, quien ha sido
llamado el creador de Afrodita o Venus. Sus obras se caracterizan por una gracia armoniosa y
una ligereza casi afeminada. Sus esculturas más importantes son la Venus de Cnido, el Hermes
de Olimpia, el Fauno y Apolo Sauróctono. La cabeza del Hermes muestra la belleza
característica creada por este escultor.
SCOPAS. Busca el movimiento, el efecto y lo pintoresco. Sus obras documentadas son el
Apolo Musageta y los frisos del mausoleo de Halícarnaso. Algunos autores quieren concederle
la paternidad gloriosa de la Victoria de Samotracia, que se admira en el Louvre, y de la célebre
Venus de Milo, conservada en el mismo museo, así como de las Nióbides. Pero la primera
parece ser obra de Eutícides, discípulo de Lisipo, y por lo tanto posterior a Scopas, y la
segunda de un escultor del siglo II llamado Agesandro o Alejandro, oriundo de Antioquia
(sobre el río Meandro), y quien habría hecho en realidad en esta famosa Venus de Milo una
réplica de una Afrodita, de Scopas.
La belleza de esta estatua, llamada así porque fue encontrada en la isla de este nombre en 1820,
sólo puede comprenderse cuando se encuentra uno frente a este mármol inmortal: la actitud de
la mujer, de esplendorosa belleza de formas, el misterio que encierra la mutilación de sus
brazos, los pliegues de la ropa que cubren la parte inferior del cuerpo, todo, nos lleva a las
excelsitudes del arte griego en una de sus más completas representaciones. Si ésta ha sido una
copia, júzguese entonces cómo serían las Afroditas originales de Scopas.
La Victoria de Samotracia nos conmueve en forma distinta: más que la belleza humana,
transparente aquí a través de la túnica maravillosa, es la sugestión que causa en nosotros este
mármol, al cual han venido a añadir belleza los enigmas que ha causado la destrucción:
Victoria decapitada; con las alas extendidas como para levantar el vuelo; en pie sobre la proa
de un navío, como buscando los horizontes más remotos y misteriosos. El realismo patético,
que es una de las características de Scopas con quien nace el busto y el retrato psicológico,
que se repetirá durante todo el arte helenístico y más tarde, después del Renacimiento se
halla aquí ausente, al menos en la actitud del torso y los pliegues de los ropajes, puesto que
desgraciadamente está decapitada. Sus rasgos generales hacen muy verosímil su paternidad
atribuida a Eutícides, de la escuela de Lisipo.
LA VICTORIA DE SAMOTRACIA. Obra maestra del arte griego de la época helenística, esta
célebre estatua fue esculpida probablemente por Eutícides, de la escuela de Lisipo.
LISIPO. Es el último gran nombre, y aunque su obra no alcanza la grandeza de sus
predecesores, se conservan algunas de gran interés: él es el primero que emplea el canon de
ocho cabezas, es decir, que la estatura debe comprender ocho veces el tamaño de la cabeza, por
lo que sus estatuas son de gran esbeltez.