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ARTE - Qué es el arte
No se ha logrado obtener una definición aceptable de lo que es el arte. Quizá no sea necesario
buscar esa definición, y a eso se deban los trabajos fracasados de tantos investigadores. No es
posible definir el arte, porque el arte es un fenómeno único que no puede equipararse a ningún
otro, como la risa, como el dolor, o como el miedo. Pero si no se puede definir el arte, sí puede
caracterizársele en vista de las obras que ha producido.
El fenómeno que llamamos arte es, desde luego, exclusivamente humano: sólo el hombre tiene
conciencia de la emoción del arte, como sólo el hombre tiene conciencia de la muerte. En todo
fenómeno artístico aparecen tres elementos: el creador, la obra y el contemplador. El creador
está dotado de potencia, pero, además, de la voluntad de crear la obra de arte, en la cual
prolonga su espíritu. La obra es el vínculo que ata al creador con el mundo externo. El
contemplador está dotado de una potencia de arte que le permite apreciar, juzgar, criticar, pero
sobre todo, sentir la emoción del arte, y sólo cuando los tres factores existen y se completan
puede decirse con toda propiedad que se ha verificado íntegramente el fenómeno que
llamamos arte.
La naturaleza no produce arte, pero cuando un contemplador admira un paisaje y encuentra en
él características que lo asimilan a las obras de arte, él mismo crea, por su capacidad receptiva;
la emoción del arte. Lo mismo acontece con los pájaros, con las mariposas; con las flores. No
son obras de arte; puesto que no existió intención artística al crearlas, pero el hombre que las
admira, crea al contemplarlas la emoción artística.
El arte es un fenómeno social. Como todos los hombres poseen un mayor o menor poder de
arte, y como la emoción que produce este fenómeno conmueve profundamente el sentimiento
humano, cada grupo social, cada época, posee sus artistas propios que han creado, así, una
historia de la humanidad expresada en idioma artístico.
El papel del historiador del arte consiste en estudiar el fenómeno artístico a través del tiempo y
situarlo dentro de los pueblos que le dieron origen, a la vez que estudiar las causas sociales que
pudieron influir en los artistas para de, terminar cada uno de los estilos.
De más está decir, que esta definición no es absoluta. Para otros historiadores —Elie Faure, por
ejemplo, cuya Historia del Arte puede ser leída con placer por el lector profano— la
imaginación del escritor desempeña un importante papel, que está por encima de su razón
discriminativa. Así, antes que estudiar el fenómeno artístico en el tiempo y el sitio y sus
probables causas sociales, aspira a reconstruir mediante la imaginación las fuerzas psicológicas
que debían impulsar al artista a la creación, para pensar sólo después en las razones exteriores.
En suma, el historiador se imagina a si mismo artista, y se fía de su intuición. Esto, que en Elie
Faure es apenas un elemento informulado, pasa a ser con los críticos e historiadores modernos
—Worringer, Woelflin y muchos pintores contemporáneos que escriben a la vez crítica de arte,
como Lothe, Denis, etc.— una escuela que da predominio a la voluntad del artista, frente a los
factores exteriores —sociales, históricos— que pueden influir en esa voluntad. Esta es la
llamada, por algunos, escuela de la Psicología del Arte.
Vemos, pues, que el papel del historiador de arte, puede ser enfocado como si dijéramos desde
"afuera" de la obra misma, o desde "dentro" de ella, en sus motivaciones alojadas en la
voluntad individual de su creador. Pero estas dos grandes corrientes, que en suma
corresponden al materialismo realista o al idealismo intuicionista, nunca se bastan
exclusivamente a sí mismas, y siempre deben completarse la una a la otra, cambiando tan sólo
el lugar de preferencia que se concede a cada una de ellas, según los casos.
En cuanto al estilo, puede decirse, que así se llama, en arte, la diversa manera de concebir la
creación. Agrupando todas aquellas creaciones semejantes en sus formas y en su historia, se
organizan los que se llaman "estilos históricos", es decir, los que corresponden a una nación,
como el arte egipcio, o a una época de la humanidad, como el arte ojival.
Se deduce de esto que lo mismo que
hemos dicho para la historia del arte, se aplica a la
concepción del estilo. Y que así como se ven por un lado estilos impuestos por la historia a los
artistas, se pueden ver, por otro, estilos impuestos a la historia por el artista, según sea la
tendencia del historiador en cuestión. Pero lo que parece irrefutable, es que siempre el estilo se
manifiesta como un fenómeno general, que se extiende a una nación o una época —como ya
hemos apuntado— y no solamente, aunque suele usarse así también el vocablo, y no sin razón,
como la forma original que tiene un artista aislado de concebir la creación.
El arte es eminentemente educativo, porque nos enseña a apreciar el mundo, contemplando las
obras de los artistas que supieron traducir más íntimamente que nadie las emociones de su
época. Además, nos damos cuenta del carácter de la humanidad en cada época histórica por
que atraviesa, y del grado de cultura que alcanzaba el arte en cada época, por la abundancia de
sus obras y por la calidad más elevada de algunas. Así existen épocas en que el arte florece más
rico y exuberante que en otras. A veces la decadencia del arte coincide con las grandes crisis de
la humanidad: las épocas de las guerras, de las epidemias, de todas las calamidades, no son
propicias para el gran desarrollo del arte. Sin embargo, en algunas ocasiones, estas
calamidades despiertan en el artista emociones de insospechado vigor, en que su personalidad
parece exaltarse, y traduce entonces en la tela, el mármol o el grabado sus visiones terroríficas
o grandiosas de lo que ha captado su espíritu. La triste experiencia humana queda entonces
eternizada y como sublimada en las obras de estos artistas.
Acostumbramos dividir el estudio de la historia del arte en dos secciones: la primera
comprende las artes mayores: Arquitectura, Pintura y Escultura. La segunda abarca las
llamadas artes menores, que hoy se designan como artes industriales; las artes del libro, que
incluyen el arte tipográfico y el grabado en sus cuatro manifestaciones: en hueco o de medallas
y monedas, en madera, en metales y en litografía.