ANTROPOLOGIA - Los primeros hombres
EL HOMBRE DE GRIMALDI
La más antigua de las razas humanas fósiles es la de Grimaldi, a juzgar por la posición
respectiva en que se encontraron los cuatro esqueletos recogidos por el canónigo de
Villeneuve. en la "Gruta de los niños", excavada gracias a la munífica ayuda del príncipe
Alberto I de Mónaco. En efecto, este hallazgo, de mediados de 1901, permitió establecer
cuidadosamente la estratigrafía del interior de esa gruta, en donde existía una capa de más de
diez metros de espesor, constituida por un depósito de residuos, cenizas, materiales de
desagregación de las paredes rocosas, restos de fauna, instrumental humano, etc. En dos
niveles diferentes uno muy cercano a la superficie y el otro bastante profundo, se
encontraron los dos esqueletos pertenecientes al tipo de CroMagnon, del que luego nos
ocuparemos. Pero más abajo aun que el más profundo de ellos, es decir, ya a 8,50 mts. del nivel
de la superficie, fueron encontrados en un nivel netamente musteriense los dos esqueletos
que han permitido tipificar al hombre de Grimaldi.
Este ser humano contemporáneo del elefante antiguo y del rinoceronte de Merck ha
vivido posiblemente en el momento de pasaje del pleistoceno inferior al pleistoceno medio. Y
es sumamente interesante señalar que, pese a esta gran antigüedad, constituye un tipo humano
totalmente distinto del de Neanderthal y francamente opuesto a él, en cuanto el de
Neanderthal es un exponente de un proceso evidente de bestialización. Por el contrario, el
hombre de Grimaldi se nos presenta con una morfología denunciadora de una inteligencia
desenvuelta y capaz. Otra de sus características más notables es que denota rasgos netamente
negriticos, es decir, que lo aproximan francamente a algunas de las poblaciones africanas, de
las que podría ser el remoto antecesor.
Es notable observar que, a pesar de la gran antigüedad indudable que caracteriza a estos
restos, ellos habían sido objeto de una verdadera sepultura. En efecto, reposaban sobre el
costado derecho, con brazos y piernas replegados, en una fosa de unos 0,75 mts. de
profundidad. Es precisamente la existencia de esa fosa lo que ha permitido a algunos autores
discutir la antigüedad musteriense de este hallazgo y atribuirle tina solamente auriñaciense.
Pero no disponemos del tiempo ni del espacio suficientes para entrar a juzgar minuciosamente
en esa controversia, cuya futilidad ha sido ya declarada por Boule. En cambio, sí nos interesa
insistir en el señalamiento de la existencia del culto a los muertos en tan remota antigüedad,
como un indicio de preocupaciones mágico-religiosas
denotadoras de tina inteligencia
netamente humana. Hemos de observar, además, que esta sepultura era colectiva. Dos
esqueletos completos estaban depositados en ella. Uno era el de una anciana: el otro el de un
adolescente de unos quince o diecisiete años de edad. Para completar la sensación perfecta de
la sepultura, el cráneo del joven aparecía protegido por una especie de tapa formada de
piedras no desbastadas. Ambos esqueletos estaban acompañados de los restos de un peinado y
de brazaletes hechos de conchillas.