ANTROPOLOGIA - Los primates: monos y hombres
AMEGHINO Y SUS ESTUDIOS SOBRE LOS SIMIOS
A este respecto conviene recordar, ahora, los estudios que acerca de los monos fósiles de la
formación sedimentaria del cretáceo superior y del terciario de la Patagonia escribió, en 1906,
uno de los más grandes paleontólogos mundiales: Florentino Ameghino. Estos hallazgos, y las
subsecuentes investigaciones a que él se entregó respecto de los mismos, están directamente
conectados con sus ideas acerca de la antigüedad del hombre, a las cuales nos referiremos en
otro lugar. Baste aquí señalar que, en su opinión, los simios fósiles como los demás
mamíferos de esa condición tenían su origen en las llanuras meridionales bonaerenses y en
el norte de la actual Patagonia. Uno de los terrenos, de antigüedad discutida según las
opiniones de los geólogos (que lo consideran oligoceno o mioceno), el santacruciano, ha
provisto a Ameghino de fragmentos de huesos a los cuales nuestro paleontólogo concedía una
importancia enorme. Según sus palabras, eran "los antecesores de todos los simios del Antiguo
y del Nuevo Continente" y, naturalmente, de acuerdo con lo ya expresado, del hombre. Los
paleontólogos modernos consideran estos restos interesantes, pero demasiado fragmentarios
para poder tomarlos como pruebas definitivas de la existencia de los géneros que el autor
propugnaba. Ya sabemos que Ameghino, con su enorme talento generalizador y su intuitiva
capacidad para elaborar doctrinas sobre la base de pequeños y fragmentarios elementos, había
edificado sobre aquellos paupérrimos restos toda una magna construcción, a la cual bautizó,
dentro de su modalidad latina, con sonoros y expresivos nombres: Homunculus Patagonicus,
Anthropos perfectus. En opinión de Boule no se trata más que de formas ancestrales de los
platirrinos actuales, cuya evolución y diferenciación se han cumplido, y se prosiguen todavía,
en la Argentina.
Uno de los argumentos que más fuerza ha tenido en la consideración negativa de las teorías de
Ameghino con respecto al origen del hombre en la Argentina, ha sido, precisamente, la
carencia de documentos osteológicos que permitieran señalar una gran variedad de formas en
los simios fósiles y, especialmente, la ausencia notablemente significativa de todo
antropoide o primate superior, fósil o actual, en América. Dentro de un orden lógico, la idea de
una gran antigüedad del origen del hombre en este país y con mayor razón de su origen
absoluto debería estar acompañada de la presencia de numerosas pruebas demostrativas de
que la fauna simiesca ha existido y se ha diversificado, también aquí, desde antiguo. En efecto,
parecería mucho más lógico el cuadro general de las formas vivientes si así ocurriese y no con
la existencia aislada de una rama humana y la evidente prueba negativa de la proliferación de
las ramas simiescas correlativas.
Sin embargo, es necesario también no extremar el valor de esa prueba, meramente negativa.
Los hallazgos de simios fósiles no han sido, en la inmensa mayoría de los casos, el resultado de
excavaciones sistemáticas ni de búsquedas metódicas. Además, esta clase de investigaciones
son particularmente aleatorias. Como dice Boule: "Hasta en un yacimiento muy rico en
osamentas de mamíferos, las de los primates son rarísimas, a causa de la vida más o menos
arborícola que llevan esos animales, del número relativamente poco elevado de los individuos,
de las circunstancias que permiten a sus esqueletos escapar más fácilmente a la fosilización".
Un solo ejemplo basta. Filhol ha hecho, durante tres arios consecutivos y por cuenta del Museo
de Historia Natural de París, búsquedas en los terrenos miocenos de Sansan, en cuyo estrato
había encontrado Lartet los restos de simios fósiles anteriormente mencionados. Buscaba
esqueletos o, al menos porciones de esqueletos de Pliopithecus y Dryopithecus. A pesar
de que las búsquedas han sido sumamente extendidas y metódicas, y han insumido gastos
considerables, no ha podido conseguir un solo fragmento. Otro tanto ha ocurrido con la
expedición a Java de la señora Selenka, en busca de nuevos restos del Pithecanthropus erectus
(del que en seguida hablaremos). A pesar de haber removido más de 10.000 metros cúbicos de
tierra y restos diversos, sólo pudo hallar un solo diente. Ambos casos demuestran que la
prueba negativa no es siempre la prueba concluyente.