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ANTROPOLOGIA - Los hombres fósiles de América del Sur
LOS HALLAZGOS EN LA ARGENTINA Y SU TEORIZACION POR AMEGHINO
También la República Argentina ha dado a la Antropología una contribución esencial con una
serie de hallazgos curiosos cuya teorización y ensamblamiento estuvieron a cargo del notable
paleontólogo Florentino Ameghino. Desde su juventud, éste realizó investigaciones copiosas
destinadas a dilucidar la difusión de los mamíferos fósiles y (como un caso particular de ellos)
del hombre. Evolucionista convencido, discípulo de Lyell, de Lamarck y de Darwin,
Ameghino estableció una cadena filogenética hipotética, con respecto a los antepasados del
Homo Sapiens, cuya cuna creía encontrar en las llanuras bonaerenses y el norte de la
Patagonia argentina. Esta cadena filogenética comprende cuatro eslabones: el tetraprothomo,
el triprotHomo, el diprothomo y el prothomo, a cuya búsqueda y atribución de los restos
encontrados se dedicó ardorosa. mente.
Para fundar la existencia del te. traprothomo, apeló a un fémur y un atlas encontrados en la
localidad de Monte Hermoso, situada al este de la ciudad marítima de Bahía Blanca. Allí, en
unas barrancas de gran altura que miran al mar, y que ya habían mostrado con anterioridad su
riqueza en fauna fósil, fueron aquellos restos encontrados. Ameghino los describe con detalle
en 1908. El fémur mediría apenas 0,18 mts.; la pérdida de una de las apófisis reducía esa
dimensión a 0,16. Según ello, la talla de su poseedor no alcanzaría a un metro. Ameghino
estimó
q
ue el resto era humano. Tal atribución fue negada por Lehmann Nistche, quien supuso
pertenecía a un gran felino. Bordas, en nuestros días, lo cree atribuible a un oso de las
cavernas. En cuanto al atlas, su pequeñez y otros detalles morfológicos hicieron que Lehmann
Nistche lo aceptara como humano, creando con él lo que denominó el Homo neogeus, nombre
que ha parecido demasiado ambicioso a los demás antropólogos, ya que el hueso, en sí mismo,
no revela la gran antigüedad que Ameghino le atribuye. No hay ni' un solo vestigio óseo que
pueda ser representativo del triprothomo. De manera que es necesario renunciar a la posesión
de elementos comprobatorios de su existencia, al menos hasta la fecha. En cuanto al
diprothomo, toda su existencia se basa en un trozo de calota hallado al realizarse la
construcción del dique de carena del actual puerto viejo de Buenos Aires. Allí, a unos 40 mts.
de profundidad, en un terreno perteneciente, según Ameghino, al plioceno inferior, es decir, a
la base del pampeano, apareció ese fragmentario vestigio. Todo el problema se reduce a
aceptar, o no, por una parte la determinación estratigráfica del terreno, por otra la orientación
que Ameghino da a ese resto. Acerca de lo primero, debemos decir que todo el sistema
estratigráfico que creó Ameghino debe ser rejuvenecido, de acuerdo con las investigaciones
modernas. En cuanto a lo segundo, como la calota presenta adherido un trozo de frontal, la
orientación es fundamental para determinar la posición más o menos fuyente de la frente (que,
como ya sabemos, es signo de gran primitividad). Actualmente se entiende que Ameghino
orientó equivocadamente aquel resto. Esta es, por lo menos, la opinión de la mayoría de los
autores.
En cuanto al prothomo, es posible quizá vincular a ese antecesor hipotético el cráneo del
arroyo La Tigra (cerca de Miramar) y los tres de Necochea. Ameghino los consideraba como
pliocenos; pero las condiciones del hallazgo, en cuanto al primero, no son claras ni bien
establecidas, y en cuanto a los de Necochea fueron encontrados a una profundidad tan
pequeña, que se está tentado de negarles tan grande antigüedad. De cualquier manera,
ninguno de ellos —como la propia calota del supuesto diprothomo— difiere de los indígenas
bonaerenses de la época de la colonización de esa parte del país.
Además de los restos citados hay un vasto conjunto en materiales antropológicos que han sido
estudiados y que, de una manera u otra, demuestran la existencia de numerosos vestigios
correspondientes a un piso bonaerense, es decir, mucho más moderno que la antigüedad
generalmente atribuida a los restos anteriores. Así, los cuatro esqueletos encontrados a orillas
del río Carcarañá (1864); los que Ameghino descubrió, asociados a fauna fósil, en el arroyo
Frías, cerca de la población de Mercedes (1870 73) ; el esqueleto de Saladero, cerca de
Pergamino (1876) ; el de Arrecifes (o Fontezuelas o Pontimelo, según los diferentes autores)
que, como el anterior fue encontrado por Roth (1881) ; los cráneos o esqueletos que Ameghino
halló o describió, encontrados en Arrecifes y en las márgenes del arroyo Samborombón (1889) ;
el esqueleto de Chocorí, descrito por LehmannNistche (1907) ; el que Carlos Ameghino
encontró en una barranca del arroyo Siasgo (1910) ; los dos esqueletos encontrados al oeste de
Miramar, cerca del arroyo del Moro (1910), etc.
Muchos de ellos, como los hallazgos de 187073, 1881, 1889 y 1910 estaban asociados a fauna
fósil. También lo estaban —según se cree— los que Roth encontró en 1887, en las proximidades
de Baradero, y que actualmente están depositados en la Escuela Politécnica Federal de Zurich.
Todo ello, pues, permite advertir, por una parte, la amplitud del panorama antropológico,
asociado al problema del hombre fósil, en la Argentina; por otra, la reiteración e insistencia con
que aparecen testimonios óseos destinados a probar una existencia de poblaciones primitivas
bastante antiguas en esta parte de América.
Sobre los últimos hallazgos mencionados, Ameghino fundamentó la existencia de dos
supuestos nuevos tipos humanos: el Homo caput inclinatus y el Homo sine mento. El primero,
de acuerdo con los restos del arroyo Siasgo, era denominado así porque suponía Ameghino
que este ser no había logrado la posición totalmente erecta de su cabeza y debía de llevarla
perpetuamente inclinada hacia abajo. En cuanto al Homo sine mento, su nombre respondía a
la ausencia de mentón que Ameghino creía observar. Ambas determinaciones han sido
discutidas. La del caput inclinatus por Mochi y Hrdlicka, que no ven en este cráneo sino una
de las tantas deformaciones artificiales frecuentes en América. El sine mento lo fue por
Hrdlicka y otros antropólogos, que han entendido se trata de un cráneo femenino, con mentón
poco pronunciado pero existente.
FEMUR DE MONTE HERMOSO. Este fémur, que motivó muchas interpretaciones, es un
hallazgo capital para la doctrina sustentada por Ameghino.
CRANEO DE LA TIGRA. Este cráneo ilustra uno de los ejemplares de lo que Ameghino llamó
el Homo pampaeus. El lo describió en 1898, pero hasta 1906 no le concedió gran importancia.
Finalmente, en 1909 volvió a ocuparse por extenso de él. En torno del mismo y de otros
hallazgos similares se han hecho extensas discusiones.