ANTROPOLOGIA - Los hombres fósiles de América del Norte
El contenido del presente capítulo está destinado a sintetizar las discusiones sostenidas en
torno de los restos antropológicos hallados en el enorme territorio de América del Norte y a
valorar, a la luz de las críticas más ecuánimes y autorizadas, sus resultados. Desde luego
podemos adelantar, sin embargo, que ni el número ni la calidad de los hallazgos están en
relación con la cantidad extraordinaria de miles de kilómetros cuadrados que corresponden a
la parte del mundo a que se refieren. Si a esto se agrega el carácter dubitativo (o francamente
negativo) de muchos de ellos, no es de extrañar que nos encontremos con un campo cuajado
de incógnitas y de interrogantes que sólo futuros y más sistemáticos estudios permitirán
colmar. Frente a las nutridas series europeas de hombres paleolíticos, esta ausencia de datos
indiscutibles es aun más notoria y sensible. El hecho de que esta carencia es común para casi
todas las regiones extraeuropeas demuestra cuánto queda todavía por hacer, en un ámbito que
abarca una extensión vastísima, por parte de quienes se interesen en tan atrayentes estudios.
EXAMEN DE LOS HALLAZGOS
Los más importantes restos de este carácter son los hallados por Abbot y Volk, en Trenton, en
1911 y 1912. Son documentos insuficientes, muy destruidos y absolutamente semejantes a los
de los indígenas modernos. Sólo dos cráneos pequeños, muy bajos, con grandes órbitas en
sus caras estrechas se apartan netamente de los anteriores. Hrdlicka ha sostenido que
pertenecieron a holandeses antiguos, posiblemente inmigrantes de la primera época de la
Conquista.
En Kansas y en Nebraska han sido encontrados esqueletos a los cuales se ha pretendido
señalar como representativos de los "hombres del Loess". FIay autores que les atribuyen una
edad pleistocena, otros consideran que el terreno es de formación reciente, como lo
demostraría, en el último lugar, la profundidad de los hallazgos, que nunca excede de dos
metros. Hrdlicka, basándose en su ausencia de fosilización y en que aparecen como enterrados
según ciertos ritos funerarios, entiende que pertenecen a indios modernos. Contra esta
presunción está, solamente, la robustez enorme de los huesos, las frentes bajas y fuyentes y las
grandes arcadas orbitarias, elementos anatómicos todos denotadores de primitividad.
Hasta el año 1914 no parecía haberse hallado ningún resto suficientemente bien documentado
como para probar la existencia real del hombre pleistoceno en esa parte de América. Ese año
apareció, en Rancho La Brea (California) , un esqueleto cuyo hallazgo provocó grandes
discusiones. Por lo pronto, el lugar, como su nombre lo indica, correspondía a unos muy
curiosos depósitos de asfalto, en los cuales se encuentran restos numerosísimos de animales
fósiles, especialmente de Smilodon. El profesor Merriam ha mostrado cómo la consistencia del
asfalto puede haber sido insuficiente y cómo los huesos humanos habrían descendido hasta
alcanzar el nivel de los del Smilodon y demás fauna fósil. Ello explicaría por qué estos restos
son absolutamente similares a los de los indígenas modernos.
En los últimos treinta años se han verificado muchos descubrimientos antropológicos, pero
en su inmensa mayoría, ya por insuficiencia del testimonio óseo, ya por deficiencias de las
condiciones del terreno, los hallazgos no han sido más convincentes que los anteriores. Así ha
ocurrido, por ejemplo, con toda la serie de los de la Florida, que se vienen produciendo,
intermitentemente, desde 1852, tomando como escenario preferente las costas del Este y del
Oeste y los bordes del lago Monroe. Todos esos hallazgos, que han producido discusiones a
veces violentas, no han sido más demostrativos. Los exámenes modernos de ese material
revelan que los huesos son aún ricos en materia orgánica, lo que acentúa las probabilidades de
su modernidad; que, por lo general, no difieren morfológicamente de los de los indios
modernos; y que su asociación con restos de la fauna extinguida no está probada de una
manera indubitable. Para Boule, y otros autores, sin embargo, las piedras talladas de Trenton
son muy antiguas, y la falta de diferencias anatómicas con los indígenas modernos no es
prueba suficiente para invalidar a los restos antropológicos. Por el contrario, como lo quería
Ameghino, sólo revelaría que el tipo estaba ya formado desde antiguo.