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ANATOMIA Y FISIOLOGIA - Tiroides
REGULACION. BOCIO
Hay dos influencias fisiológicas que regulan el funcionamiento de la tiroides, son la hipófisis y
el yodo.
El lóbulo anterior de la hipófisis estimula a esta glándula por la tirotrofina. Esta sustancia pasa
continuamente a la sangre, llega a la tiroides, y desempeña el papel del látigo con respecto al
caballo. Cuando falta se altera la imagen histológica de la tiroides y ésta funciona menos, y a la
inversa, por un exceso se puede obtener figuras y signos de hiperfunción.
Por otra parte, la secreción tiroidea pasa a la sangre, llega a la hipófisis y la mantiene frenada,
lo que se comprueba porque al extirpar la tiroides, la hipófisis funciona con exceso.
El yodo ingerido, que llega por la sangre, es el otro gran regulador de la actividad tiroidea. Un
exceso del mismo modera a la glándula, pero un déficit también trae graves trastornos,
conocidos desde la más remota antigüedad con el nombre de bocio.
Existen grandes zonas en nuestro planeta que contienen poco yodo en sus tierras.
Mapa de la repartición mundial del bocio.
Los hombres y animales de esas zonas ingieren diariamente cantidades de yodo inferiores a
100 ó 200 microgramos, y en ellos, con el andar del tiempo, la glándula tiroides empieza a
aumentar de tamaño, hasta adquirir a veces proporciones monstruosas y deformar la base del
cuello; a esta hipertrofia tiroidea se la denomina bocio.
En las zonas bocígenas no sólo más del 10 al 20% de sus habitantes tienen bocio perceptible a
simple vista, sino que aumenta en forma pavorosa la cantidad de tarados de todo orden y
sobre todo mentales: sordomudos, paralíticos, retardados, cretinos y otros trastornos
psíquicos, y hay numerosos índices que demuestran en los restantes sujetos, aparentemente
sanos, una disminución del vigor de la raza (menor talla, menor diámetro torácico, menor peso
corporal, etc.). Por esta razón es más exacto llamar endemia bociocretínica, a la existencia de
bocio en una zona.
Mujer con bocio gigante que deforma el cuello.
Para hacer desaparecer la endemia bociosa hay que dar a ingerir a los sujetos de la zona el
yodo que no reciben con sus alimentos. Países como Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, etc.,
han hecho disminuir o desaparecer el bocio por el agregado de yodo a la sal de cocina, en una
proporción aproximada de 100 mg de yodo por kilo de sal.
En la Argentina existe bocio en toda la zona cordillerana y en provincias alejadas de la misma,
como la de Córdoba o la gobernación de Misiones. Los esfuerzos para evitarlo son
insuficientes y todavía no se han aprovechado los beneficios incalculables de la sal yodada.