ANATOMIA Y FISIOLOGIA - La audición
OIDO INTERNO. El oído interno, junto con la porción correspondiente del sistema nervioso,
son las partes esenciales del aparato auditivo. Su destrucción produce sorderas incurables
llamadas de recepción.
A la izquierda y abajo, el caracol con sus espiras; en punteado el lugar del corte transversal,
que aparece muy ampliado a la derecha. En dicho corte se ven las dos rampas y el conducto
corlear, así como las demás partes.
El caracol o coclea es el receptáculo anatómico del oído interno. Está formado por un tubo óseo
situado en pleno peñasco, enrollado 21/2 veces como la envoltura de aquel animal. La base del
caracol mide 9 mm, y comunica con la ventana de la pared del oído medio; su altura es de sólo
5 mm. Su cavidad se halla recorrida a lo largo por dos membranas que la dividen en tres
conductos independientes y superpuestos, llenos de linfa. La membrana del conducto
intermedio, llamado conducto
coclear, que mira hacia la base del caracol, se denomina
membrana basilar y sobre ella apoya el órgano de Corti, formado por células de un tipo y
disposición articulares que reciben una rica inervación. La membrana basilar y el órgano de
Corti son los dispositivos especializados que captan las vibraciones debidas al sonido.
El funcionamiento del oído interno es el siguiente: Las vibraciones de los huesecillos
trasmitidas a la ventana oval se comunican a la linfa, que llena el caracol, produciendo
variaciones de presión en este líquido, variaciones que son captadas por la membrana basilar y
el órgano de Corti. Pero cada región de esta membrana se halla especializada en la recepción
de vibraciones de determinada frecuencia; las cercanas a la base del caracol son sensibles a los
tonos agudos y su lesión perturba la audición de éstos, como sucede en los viejos, y las
cercanas al vértice son sensibles a los tonos graves. Es decir que hay una localización del oído
interno para la recepción de cada tono.
En el año 1930, Weber y Bray llamaron la atención sobre el curioso hecho de que cada vez que
llega una vibración al oído interno, éste produce corrientes eléctricas que se pueden captar
como las ondas de la radio y retransformar en sonido. Por eso, para precisar su origen, se las
llama corrientes microfónicas cocleares. El experimento de estos investigadores ingleses es
sorprendente. Conectaron dos hilos de un aparato receptor de radio con el oído interno de un
gato y los pusieron en comunicación con un altavoz situado en una habitación alejada; bastaba
hablar quedamente en la oreja del gato, para que el altavoz repitiera las palabras.