HERIDAS Y ÚLCERAS
HERIDAS ENVENENADAS POR MORDEDURA DE ANIMAL RABIOSO
Tratamiento.
Comprimir inmediatamente la herida en todo sentido a fin de hacer salir la sangre y la baba. Después lavar la herida con mucha agua fría y cauterizarla lo más pronto que se pueda, con un clavo de hierro candente, con tijeras, una llave enrojecida en el fuego, u otro hierro de forma conveniente, con un ascua, con yesca o con pólvora, a la cual se pega luego sobre la herida.
Otras sustancias cáusticas, tales como la potasa cáustica, el ácido sulfúrico o la piedra infernal, aconsejadas al propio fin, no tienen acción tan enérgica como el hierro incandescente. Pueden emplearse mientras el hierro se calienta, pero lo mas prudente, aun después de su empleo, es volver a cauterizar con el hierro candente. Empléese la primera sustancia cáustica que se encuentre a mano, la cal viva, por ejemplo.
La cauterización debe penetrar en todas las parles que hayan sido tocadas por los dientes del animal, y como medida de prudencia se debe ir mas allá de los límites del mal.
Se ignora el tiempo, pasado el mal nada debe temerse sobre los efectos de la mordedura de los animales rabiosos; por eso es indispensable recurrir siempre a la cauterización, sea cual fuere el número de horas o días trascurridos después de la mordedura.
En cuanto a la aplicación de las diversas plantas y a los otros medios celebrados por la ignorancia o por el charlatanismo, son, no solo inútiles, sino hasta nocivos, y no merecen la menor confianza. Una vez declarada la enfermedad, no es que pueda curarse; conviene, no obstante, recurrir a los medios indicados en el artículo correspondiente al tratamiento de la Rabia.