ENFERMEDADES DEL SISTEMA CIRCULATORIO
HERIDA Y HEMORRAGIA DE ARTERIAS Y VENAS
Tratamiento.
1° Heridas de las arterias.
Atajar la hemorragia ejerciendo con los dedos una presión no interrumpida sobre el orificio del vaso. Si la arteria está situada profundamente, comprimir del mismo modo la herida exterior.
Si se puede disponer de un torniquete, añadir a la compresión directa la compresión indirecta sobre la arteria principal del miembro; los dedos de una persona inteligente, o cualquier otro medio de compresión, pueden suplir el torniquete.
La compresión únicamente interrumpe por cierto tiempo la efusión de sangre; y para alcanzar la cura de la herida arterial conviene recurrir a los demás medios, los cuales varían según el volumen del vaso abierto y su situación más o menos profunda.
Cuando el vaso herido es poco voluminoso, a veces se corta definitivamente la hemorragia, juntando los labios de la herida y ejerciendo una fuerte compresión.
A falta de reunión, puede someterse el vaso a la torsión, o si no cauterizar la extremidad con hierro candente. La torsión practícase cogiendo la artería con unas pinzas de ligadura y retorciéndola dos o tres veces sobre sí misma. Esta maniobra rompe las túnicas media e interna, cuyos restos sirven de punto de apoyo al coágulo de la sangre.
La compresión directa es suficiente para atajar la hemorragia en las heridas de las arterias apoyadas en un hueso, tales como la temporal, la occipital, la auricular.
Fuera de estas circunstancias, necesario es ligar los dos extremos del vaso dividido en el sitio mismo de la herida. La ligadura se practica con hebras de seda. Si la arteria no es accesible por la herida, es necesario ligar sus dos extremos a cierta distancia.
Una vez detenida la hemorragia, cúrase la herida con hilas untadas de cerato, glicerina, o empapadas en aguardiente alcanforado.
2° Heridas de las venas.
Menos graves que las de las arterias, basta la compresión para impedir la hemorragia.