ENFERMEDADES DEL SISTEMA CIRCULATORIO
EMBOLIA
De la palabra émbolo: cilindro de bomba, jeringa.
Llámase embolia la obstrucción de alguna arteria o vena gruesa por una porción de sangre coagulada, esta obstrucción puede producir, y ya ha producido, la muerte súbita.
Es una enfermedad que no hace mucho ha llamado la atención de los médicos. Hé aquí su explicación según el Profesor Velpeau.
Sucede que, bajo la influencia de cualquier estado mórbido, la sangre se coagula en las grandes arterias, y se produce la obstrucción del vaso, de donde procede la muerte más o menos cercana, más o menos repentina. En una vena, en una vena varicosa, por ejemplo, si no salen de su puesto, las concreciones solo pueden ocasionar ligeras perturbaciones; para cada vena así obstruida pueden desarrollarse en su inmediación diez venas nuevas, y confirmarse la corriente circulatoria. Pero, si por acaso un fragmento de esa concreción viene a romperse y separarse, hallándose libre pronto será arrastrado por la sangre líquida como en un río; de la vena femoral, entre otras, llegará a la vena ilíaca, después a la vena cava, y, por último, al corazón. Los desórdenes que el fragmento de la concreción puede producir, dependerán del volumen y forma que tenga; si se detiene en el ventrículo cardiaco, las perturbaciones podrán ser leves; si es bastante pequeño para entrar en algunas de las divisiones secundarias de la arteria pulmonar, podrá perturbar la respiración, pero no ocasionará la muerte. Sin embargo, si su tamaño fuese suficiente para tapar al mismo tiempo las dos ramificaciones principales de la arteria pulmonar, y sobre todo para obstruir su tronco, entonces podrá ocasionar la muerte, cortando repentinamente la hematósis y la respiración.
Aunque estos hechos no han fijado la atención hasta ahora, no dejan de producirse bastante a menudo.
El Dr. Velpeau, en una memoria por él presentalla a la Academia de medicina de Paris, dice que en menos de dos años, había tenido conocimiento de un número relativamente considerable:
Una señora, joven todavía, es sometida a la cauterización de algunos tumores hemorroidales; durante 24 horas todo va bien; pero después sobrevienen, sin causa apreciable, una ansiedad súbita, opresión, y la pobre señora muere en algunas horas. Hízose la autopsia, y esta demostró la existencia de una concreción sanguínea en la arteria pulmonar.
Una señora de elevada posición, restablecida de un reciente parto, es acometida de repente de sufocaciones y muere en pocos minutos: embolia pulmonar.
La mujer de un célebre comadrón despiértase sobresaltada a deshoras y muere de la misma manera. Otro tanto aconteció a un médico de Paris, cuyo sistema venoso indicaba algunos desórdenes desde hacia algún tiempo. El jefe de un gran establecimiento industrial acabó víctima de la misma lesión, antes de la llegada de los médicos que habían sido llamados.
En algunos meses del año 1862 cuatro casos semejantes se presentaron en el Hospital de la Caridad de Paris: una mujer con una enorme embolia pulmonar, precedida de várices inflamadas en las piernas; otra que entró en el hospital con una enfermedad del útero, y que, sin ningún síntoma precursor, falleció de repente como de síncope; la tercera, también a consecuencia de várices inflamadas; en fin, la cuarta, que fue recibida en el hospital por haberse quebrado una pierna, murió de repente en la cama, tres semanas después. En la autopsia de esta última se encontró una concreción sanguínea de 8 milímetros de grueso y de 26 centímetros de largo, que obstruía completamente el calibre del tronco de la arteria pulmonar.
A esta concreción sanguínea es a lo que se da el nombre de embolia. No hay medios para curar ni para evitar esta enfermedad.