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ENFERMEDADES DE LA PIEL

VIRUELAS


Enfermedad febril, con erupción pustulosa en la piel, contagiosa, que por lo común solo se tiene una vez, pero de la cual generalmente pueden todos preservarse mediante la vacunación.

Va precedida de un período de incubación, que dura de tres a cuatro días, y es acompañada de lasitud, dolor en los miembros, fiebre, coriza y lagrimeo. Manifiéstanse después fenómenos variados, según las viruelas sean discretas o confluentes.

Viruelas discretas, regulares o benignas.

Del tercero hacia el cuarto día, después del principio de la fiebre, manifiéstanse pintas rojas, aisladas, parecidas a las picaduras de pulga, y ocupando primero la cara, después los brazos, el pecho y las demás parles del cuerpo. Entonces los síntomas febriles cesan momentáneamente. Estas manchas se convierten en pústulas. Los intervalos de las pústulas se rubifican, la piel se entumece, las pústulas se presentan duras al tacto, el líquido que contienen se espesa; primero se pone amarillento, después toma un color argentino y purulento; su ápice es achatado y presenta una depresión umbilicada. La tumefacción de la piel, mayor en la cara que en las otras partes del cuerpo, ocasiona un dolor acompañado de tensión y calor ardiente, y del quinto al sexto día de la erupción declárase la fiebre secundaria (la fiebre de supuración) y una ligera salivación: tal estado subsiste hasta el día undécimo o duodécimo (el octavo de la erupción), y después principia la seca. La tumefacción disminuye; las costras, que se habían formado en la cara, caen en el decimocuarto o decimoquinto día, las de las otras partes del cuerpo despréndense sucesivamente uno, dos o tres días después, y quedan manchitas rojas oscuras, que se disipan poco a poco, y a veces suceden cicatrices pequeñas, irregulares y persistentes.

Viruelas confluentes.

Los períodos de incubación y de invasión se manifiestan con una horrorosa intensidad en todo el organismo. La erupción es rápida; del segundo al tercer día se manifiestan elevaciones pequeñas, numerosas, violáceas, agrupadas o confundidas por su circunferencia. En el espacio de cuatro a cinco días las elevaciones han aumentado de volumen; su ápice se achata; después se les hace en el centro la depresión umbilicada que caracteriza las pústulas variólicas, depresión tanto más pronunciada cuanto la supuración está más próxima, pero a veces desarreglada a causa de la aglomeración de las pústulas. En este período de la enfermedad es cuando ocurren las más graves complicaciones. Muchas veces la tumefacción enorme de la cara se extiende al tejido celular del cráneo y del cuello; sobrevienen delirio, soñolencia, vómitos, diarrea, tos, salivación. Por fin llega la seca, que principia comúnmente por la cara; la tumefacción decrece, se forma una especie de gran costra oscura, que se desprende del quinto al sexto día a contar de la época de su formación, y que a menudo es sustituida por escamas que se renuevan muchas veces. Sin embargo, con frecuencia la seca no se hace con esta regularidad. Las pústulas se ulceran, y las ulceraciones dejan cicatrices disformes. Otras veces no hay seca ni formación de costras, las complicaciones arriba indicadas provocan la reabsorción del pus; las pústulas bajan rápidamente; suceden postración de las fuerzas y una colección de síntomas adinámicos prontamente mortales.

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